Dónde si no: el río gallego que desemboca directamente en un acantilado sobre el mar en la comarca de Finisterre

La cascada del Ézaro es uno de los encantos naturales más sobrecogedores de la provincia de A Coruña

Cascada Ezaro
Facebook Twitter Flipboard E-mail
jaime-de-las-heras

Jaime de las Heras

Editor Senior
jaime-de-las-heras

Jaime de las Heras

Editor Senior

Si la mente nos lleva a imaginar acantilados, esos paisajes vertiginosos, verdes y cargados de dramatismo natural, en España el imaginario colectivo suele trasladarnos de inmediato a la cornisa cantábrica. Ese tramo norte del país que recorre el litoral atlántico de regiones como Cantabria, el País Vasco, Asturias o Galicia. Allí donde la tierra parece querer enfrentarse al mar y lo hace elevándose en cortados que terminan en caídas libres sobre aguas embravecidas. 

Pero entre todos esos paisajes espectaculares hay uno, escondido en Galicia, que se distingue por una singularidad excepcional dentro del catálogo natural español: la existencia de un río que desemboca en forma de cascada directamente sobre el mar. No se trata de una caída de agua cualquiera, sino de un fenómeno que convierte al lugar en una de las sorpresas más impactantes del otoño y del invierno gallego.

Un vistazo a…
Consejos para viajar seguro este verano

Hablamos de la desembocadura del río Xallas. Este curso fluvial nace en la provincia de A Coruña y discurre a lo largo de unos 57 kilómetros hasta llegar a su destino final en el océano Atlántico. Lo que lo convierte en una rareza no es su longitud ni su caudal, sino la forma en que decide terminar su viaje: lanzándose en vertical desde más de 40 metros de altura sobre el mar en forma de una cascada. 

Esta maravilla natural ocurre en un lugar muy concreto, en el municipio de Dumbría, más precisamente en el enclave de Ézaro. Allí, en una pequeña parroquia costera, el Xallas culmina su recorrido cayendo directamente sobre el Atlántico, lo que lo convierte en el único río de Europa que desemboca de esta manera. No hay delta, no hay ría, no hay playa ni meandros finales. Solo una cascada que en época de lluvias se convierte en un espectáculo tan impresionante como potencialmente peligroso.

La cascada del Ézaro, como se conoce a esta maravilla natural, está encajada en un entorno rocoso que la hace aún más espectacular. En los meses de más precipitaciones —desde finales de otoño hasta bien entrada la primavera— el caudal del Xallas se dispara. Entonces, el agua cae con una violencia que impresiona. El sonido es ensordecedor y la cortina de gotas se puede sentir a decenas de metros de distancia. 

Esta fuerza del agua, aunque fascinante, también puede suponer un riesgo para los visitantes, sobre todo si uno se acerca demasiado a los miradores o a las rocas más próximas al salto. No es raro que las autoridades locales alerten sobre la necesidad de extremar la precaución. El terreno, con la humedad constante, se vuelve resbaladizo y el fuerte viento puede jugar malas pasadas. No obstante, si se actúa con cabeza, el lugar es uno de los más bellos y singulares de todo el noroeste peninsular.

Además del espectáculo natural que ofrece la cascada, el entorno del Ézaro es también un punto de interés paisajístico y cultural. A pocos metros de la caída de agua se encuentra un mirador elevado desde el que se puede observar no solo la cascada sino también la impresionante panorámica de la costa gallega, con el Monte Pindo al fondo y la bravura del Atlántico como telón de fondo. 

Hay senderos acondicionados, pasarelas de madera y zonas desde las que se puede tomar fotografías sin correr riesgos. El contraste entre la piedra, el verde de la vegetación y el azul profundo del mar convierte este rincón en una especie de anfiteatro natural que cambia su aspecto según la luz del día o las condiciones del tiempo.

El pueblo de Ézaro, aunque pequeño, se ha ido adaptando al flujo de visitantes que cada año descubren o redescubren este lugar. Hay opciones para alojarse cerca, bares donde probar productos locales y rutas de senderismo que conectan con otras zonas de interés. 

Quienes disfrutan del turismo activo pueden combinar la visita a la cascada con una caminata por el Monte Pindo, conocido también como el Olimpo Celta, o acercarse hasta el cabo Fisterra, que está a escasos kilómetros en línea recta. La cercanía con puntos emblemáticos del Camiño dos Faros o del propio Camino de Santiago añade todavía más interés a la zona.

Imágenes | Jose Camilo Lopez Perez en iStock

En DAP | Auténticos paraísos: los pueblos más bonitos de Galicia, según 'National Geographic'

En DAP | Este pueblo de Galicia tiene uno de los castillos mejor conservados de Europa


Inicio