Cuando hablamos de cochinillo asado es muy posible que la cabeza se nos vaya, casi por instinto, a Segovia. También quizás a Sepúlveda, otra de las localidades que ha hecho de los asados de cerdo su santo y seña.
Sin embargo, hoy no hablaremos ni de Segovia ni de Sepúlveda, pero sí de cochinillo, de legumbres y de una villa histórica al pie de la A-6, la popular 'carretera de La Coruña' y que sorprende al viajero con un legado histórico de primer orden.
Hablamos de Arévalo, capital de la comarca de La Moraña, un municipio con rango de villa y cuyo centro histórico tiene la catalogación de Conjunto Histórico Artístico. Conocida también como la capital de los Cinco Linajes, Arévalo es uno de los máximos referentes de construcciones del estilo mudéjar en Castilla y León. Todo ello abrazado por las confluencias de los ríos Adaja y Arevalillo, los que protegían de forma natural a la villa.
Ejemplo de ello es la Iglesia de Santo Domingo de Silos, que se empezó a erigir en este estilo, donde quedan detalles de él en la cabecera del templo. No obstante, luego se remozaría ya bajo los cánones del barroco en el siglo XVIII. No obstante, el interior de la iglesia está cuajado de imágenes que van desde lo renacentista hasta el barroco en el retablos y capillas.
Muy surtida de plazas y plazuelas, Arévalo es una localidad paseable a voluntad donde encontramos ejemplos como la Plaza del Arrabal, así como el Arco de Alcocer, único vestigio de la muralla que un día protegió la localidad. De hecho, la relevancia de Arévalo es tal que incluso contó con un Palacio Real, hoy derruido, pero trascendental en la historia de Castilla y de España, pues en él habitaron buena parte de los Trastámara como Enrique II, Isabel la Católica y Juan II, padre de ésta.
También por eso la Plaza del Real conserva su nombre, donde se haya además el ayuntamiento, un antiguo palacio mudéjar, y antiguos edificios señoriales como la Casa de los Sexmos (hoy Museo de Historia de Arévalo y donde se firmó en 1494 el Tratado de Tordesillas) o la Casa del Concejo.
De mudéjar también quedan imponentes detalles en la Iglesia de San Martín, en la plaza de la villa, pues está flanqueada por dos torres mudéjares que nos hablan de esa historia mixta de esta localidad abulense. Es además esta plaza uno de los grandes encantos de Arévalo, pues sigue el trazado habitual de la arquitectura popular del medievo castellano con una seriación de columnas entre piedra y madera, que sujetan casas de madera y ladrillo, donde también vemos tres torres del citado mudéjar.
Por no dejar iglesias atrás, también destacar en la misma plaza la coqueta Iglesia de Santa María la Mayor del Castillo, puramente múdejar, y que sorprende con las pinturas medievales de su interior, así como el propio artesonado —también mudéjar— en el trascoro.
Y junto a ello, otro hito del mudéjar, el castillo de Arévalo, erigido en el siglo XIV, aunque luego se reformaría en siglos posteriores y que en la actualidad actúa como Centro de Visitantes. En él además se puede ver la división original de los pisos, así como la estructura de la torre del homenaje, que mantiene los patrones de construcción moriscos y una estructura semicircular, algo muy poco habitual para la época.
Como remate después de tanto paseo, darse algún homenaje gastronómico en Arévalo es fundamental. La comarca de La Moraña es conocida por sus legumbres y por el cochinillo asado, que aquí se conoce como tostón y que bordan en restaurantes como Las Cubas, cuyo menú se puede consolidar con las clásicas judías blancas.
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