Como si fueran jóvenes fans del grupo de música de moda, los clientes del restaurante Martín Quiroga de Valladolid son capaces de aguantar larguísimas colas por conseguir una reserva. Clientes o, más bien, aspirantes a, pues son decenas los que se quedan sin la ansiada plaza pese a pasar horas de paciente espera en plena calle.
Ya ocurrió el año pasado y se ha repetido este martes, pero multiplicándose aún más el fenómeno. El restaurante de cocina familiar, uno de los más populares de Valladolid, ha ido ganando fama mediática en los últimos años tras conseguir el premio al mejor establecimiento hostelero de Castilla y León, y gracias también a la viralidad de las redes sociales y la fidelidad de su público más incondicional.
Abierto en diciembre de 2011, el local lleva el nombre de la familia, con Nicanor Martín Quiroga y su hermano Marcos al frente de un proyecto que, pese al éxito, sigue confiando en una fórmula minimalista en cuanto al volumen de clientes. Tan solo tienen espacio para cuatro mesas en el comedor, con 16 sillas, más una pequeña barra con cuatro taburetes. Con una capacidad tan limitada, las plazas vuelan.
A principios de noviembre se abren las reservas presenciales para el año siguiente, generando la locura entre quienes no quieren quedarse sin probar o repetir en su cocina. Pese a que abrían a las nueve de la mañana de este martes, ya había gente haciendo cola desde el mediodía del lunes, 21 horas antes. Y poco a poco se fueron sumando más personas hasta crear una cola que ya era larga de madrugada.
Ese madrugador cliente, según confirman varios testigos, ha aprovechado su privilegio para hacer de golpe unas 80 o 90 reservas, e incluso hay quien ha pagado a otros para que hicieran la gestión en su nombre, ahorrándose la molestia del incómodo sistema de reservas. Una incomodidad para la que muchos ya van preparados, ataviados con sillas plegables, mantas, termos y víveres varios, llegando a organizarse por turnos con familiares o amigos. Todo sea por conseguir la ansiada mesa.
Otros incautos no han tenido tanta suerte, o previsión, abortando la misión tras varias horas de una cola que no parecía avanzar y considerando que, por muy bueno que sea el restaurante, no merecía la pena hacer semejante inversión de tiempo.
Los Quiroga confiesan a El norte de Castilla estar “alucinados” con el fenómeno que ha generado su pequeño proyecto, y agradecen la respuesta masiva de sus clientes, que a las 13.30 ya habían agotado casi todas las reservas de fin de semana del año completo. Pero, por el momento, no se plantean mudarse a un local más grande. “Si algo funciona, no hay que cambiarlo”.
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