La provincia de Soria, aún hoy, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de la España interior. Quienes se aventuran a cruzar sus páramos, sierras y cañones se topan con una red de pueblos que parecen congelados en el tiempo, donde la historia no solo se cuenta, sino que se respira.
En esta geografía pausada y silenciosa, nombres como Calatañazor, Medinaceli, Yanguas o El Burgo de Osma evocan castillos, murallas, iglesias centenarias y calles que resisten al paso de los siglos. Pero hay un rincón, escondido entre pinares, a orillas de un embalse sereno y bajo la vigilancia de montañas ancestrales, que encierra lo mejor de esta tierra: Vinuesa.
Llegar a Vinuesa desde la ciudad de Soria no requiere más que una escapada breve. Apenas 35 kilómetros por la SO-830 separan la capital provincial de esta villa de apenas 800 habitantes.
Pero la distancia se convierte en transición. Del bullicio moderado de Soria se pasa a la calma absoluta. El asfalto serpentea entre pinares y claros, hasta que, al coronar una leve colina, Vinuesa aparece al fondo, cobijada por la Sierra de Urbión, cerca ya del nacimiento del río Duero.
El tiempo parece haberse ralentizado aquí. Las casas de piedra, los palacios señoriales, las callejas empedradas y la arquitectura de sabor montañés construyen un ambiente donde el pasado sigue presente. A pesar de su tamaño, la historia de Vinuesa es grande.
Qué hacer en Vinuesa (Soria)
En tiempos romanos fue conocida como Visontium. Más tarde, se transformó en una villa rica gracias a la trashumancia y la madera. Aún hoy, la iglesia de Nuestra Señora del Pino, del siglo XVI, corona el casco urbano como una joya gótico-renacentista, y ermitas como la de San Mateo o la de la Soledad completan el perfil religioso de este pequeño pueblo serrano.
Vinuesa vista desde el Mirador de San Mateo. ©Ayuntamiento de Vinuesa.
Pero Vinuesa no solo se mira hacia adentro. Uno de sus grandes reclamos se abre en el horizonte: el embalse de la Cuerda del Pozo. Sus aguas calmas, flanqueadas por pinares y playas fluviales, invitan a desconectar.
Este embalse, construido en los años cuarenta, es una gran balsa artificial que se tragó el pueblo de La Muedra, del que aún puede verse la torre de la iglesia cuando el nivel del agua desciende. Alrededor del embalse, espacios como Playa Pita se han convertido en zonas recreativas donde es posible nadar, practicar deportes náuticos o simplemente tomar el sol bajo las copas de los pinos.
Los senderos que rodean Vinuesa son otro de sus tesoros. Desde rutas familiares hasta recorridos exigentes, todo el entorno se puede explorar a pie. Una de las más populares lleva hasta el Pico del Águila, desde donde se obtiene una panorámica completa del embalse, del bosque y de la propia villa.
El embalse es una oportunidad perfecta para caminar y desconectar en sus alrededores. ©Ayuntamiento de Vinuesa.
También se puede seguir la Senda del Duero (GR-14), que conecta Vinuesa con el nacimiento del río y con otros pueblos ribereños. Los más aventureros pueden continuar hasta el Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión, un enclave natural de gran belleza donde habita el misterio y el hielo de las leyendas.
La vida natural aquí es generosa. Los pinares que rodean el pueblo esconden, en otoño, boletus edulis y otras setas que convierten cada paseo en una cacería micológica.
Calle de El Portalejo, una de las más reconocibles del pueblo. ©Ayuntamiento de Vinuesa.
En verano, el embalse invita a pasar el día entre baños y meriendas al aire libre. Y en primavera, los caminos se llenan de flores silvestres y el aire se impregna de aromas húmedos y limpios. Incluso en invierno, con el frío cortante y la nieve cubriendo los tejados, Vinuesa tiene un encanto especial, casi de postal navideña.
El calendario de Vinuesa incluye también celebraciones únicas, como la Pinochada, una fiesta singular que tiene lugar el 16 de agosto. Mujeres casadas y solteras se enfrentan en un ritual simbólico golpeándose con ramas de pino, en una tradición que mezcla historia, religión y folklore de una forma que solo los pueblos saben mantener viva.
Vinuesa es un destino que no se parece a ningún otro. Aquí, el agua y la piedra, el silencio del bosque y el murmullo del Duero construyen una experiencia que trasciende lo visual. No es solo un pueblo bonito, es una puerta al alma más pausada y genuina de Castilla. Para quienes buscan naturaleza, historia y una España rural que aún late al ritmo de las estaciones, este rincón soriano lo tiene todo.
Imágenes | Ayuntamiento de Vinuesa
En DAP | Los mejores torreznos del mundo están en El Burgo de Osma (y son del Atlético de Madrid)