Todos sabemos que Karlos Arguiñano nunca se corta en sus declaraciones, algo que a una figura pública tan notoria resulta de agradecer, y en esta ocasión no ha sido menos al conceder durante la presentación de su último libro algunas declaraciones que, como es habitual, no suelen dejar indiferente a nadie.
Aprovechando el estreno de Cocina Fácil y Rico, el popular y televisivo chef, aún en la cresta de la ola a sus 75 años, manifestó en una entrevista al diario El Mundo que no tiene intención de retirarse a pesar de que sus hijos, incluido Joseba Arguiñano, vienen pisando fuerte.
"Yo, hasta que no empiece como Biden, el presidente americano, que no sabe dónde está y diga: 'la cebolla, la cebolla, dónde está la cebolla', o me corte los dedos, que entonces me echarán, ahí estaré aguantando", explicaba el chef de Beasain en esta entrevista donde además habla sin tapujos de la alta cocina, de estrellas Michelin y de restaurantes donde el precio se va a los 200 o 300 euros.
Consciente también de que él una vez fue 'uno de ellos', aunque perdiera la estrella Michelin que tenía en Zarauz al poco de entrar en la tele, Karlos Arguiñano no tiene más que buenas palabras para la alta cocina, donde ofician grandes amigos suyos como Pedro Subijana, Juan Mari Arzak o Martín Berasategui.
Por este motivo, el chef guipuzcoano es consciente de lo que significa la alta cocina y la cocina de vanguardia, de la que sostiene que "está bien porque son los que investigan, cosa que no hace uno que sirve menús del día de cocina tradicional". Por ejemplificarlo, el cocinero de Beasain remarcaba que "alguien inventó la mayonesa o la salsa tártara o el salmorejo o la tortilla de patata, por eso, que haya gente que siga investigando para hacer una cocina más vistosa, agradable, digestiva y suave me parece interesante".
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Sin embargo, aclara que esos chefs "no lo tienen fácil", una realidad que puntualiza con "tengo muchos amigos con estrellas que no lo están pasando nada bien y se tienen que ganar la vida fuera de sus restaurantes, dando charlas, asesorando, con cadenas de hoteles".
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Respecto a esto, interroga sobre esa problemática con "a ver quién puede pagar 200 o 300 euros". Una realidad que, sin embargo, sintetizaba apostillando que "y no digo que sea caro, igual lo vale, pero les está costando mucho", puntualizando que el 80% de la clientela de esos restaurantes son "clientes extranjeros: americanos, japoneses, chinos (…), pero la gente de a pie lo tiene complicado para ir a pagar las facturas de esos menús".
Imágenes | Planeta / Rubén Blyth
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