“Es, sin duda, el episodio más desgraciado de mi vida laboral”. Así comienza el agridulce relato de uno de los episodios más inusuales que Julio González de Buitrago recuerda de su larga trayectoria como jefe de cocina de La Moncloa. Agridulce porque pudo tener consecuencias fatales para salud de Felipe González, su familia y muchos miembros del personal de la residencia presidencial.
Lo cuenta en el capítulo de La cocina de la Moncloa (Espasa, 2014) dedicado a la segunda legislatura de González al frente del Gobierno español, finalizando el año 1986. Era una mañana del mes de diciembre y Julio González ayudó al cocinero José a preparar hacia mediodía la ensaladilla rusa con la que iba a arrancar el menú de aquella jornada, que se serviría no mucho más de una hora después. La hicieron como siempre, totalmente casera. También la mayonesa.
El autor hace un inciso para señalar que la normativa sanitaria prohíbe de forma expresa el uso de mayonesa no envasada en servicios de restaurantes, cafeterías o comedores para colectividades; es decir, no se puede servir al público una mayonesa hecha con huevo crudo. Pero claro, los presidentes y sus allegados, bien conocidos por sus caprichos culinarios, no iban a rebajarse a comer con una mayonesa de bote cualquiera.
“Las familias presidenciales nunca quisieron ese tipo de salsa, así que en la cocina seguíamos preparando la mayonesa como si fuera nuestra casa, narra González de Buitrago. Y así lo hicieron, dejando la ensaladilla en cámara apenas unas hora antes de subirla en el montacargas a la zona de vivienda para su servicio en la comida. Todo parecía transcurrir con normalidad hasta que la situación dio un giro unas horas más tarde. “Al día siguiente empezamos a caer como moscas”.
Felipe González en 1986.
Tanto Felipe González como su esposa Carmen Romero y sus hijos, así como todo el personal que también había comido los mismos platos preparados el día anterior, sufrieron los síntomas claro de una gastroenteritis, en distinto grado de gravedad. Escalofríos, fiebres, diarreas, náuseas, vómitos... La Moncloa era una fiesta. El administrador del palacio tuvo incluso que ser ingresado de gravedad unos días.
A Julio González de Buitrago se le vino el mundo encima por la responsabilidad que sentía ante tal incidente; “llegué a llorar de impotencia como un niño y mi preocupación casi obsesiva me llevó a tomar algún que otro tranquilizante”, confiesa. Sospechaban claramente de la mayonesa de la ensaladilla, pero lo cierto es que nunca pudieron llegar a confirmar el origen del brote de la salmonelosis que provocó aquella gastroenteritis, pese a que un equipo de biólogas tomaban muestras a diario de todos los alimentos que salían de las cocinas.
Los controles biológicos minuciosos llegaron, de hecho, a prevenir males mayores en varias ocasiones, como sucedió con unas perdices de la finca manchega de la Encomienda de Mudela, y con unos patos importados de Francia, aves a las que se detectó salmonelosis cuando ya estaban desplumadas y listas para ser cocinadas. No llegaron nunca a tocar los fogones.
Pero de dónde salió la bacteria que causó aquella indisposición severa en Felipe González y media Moncloa sigue siendo un misterio. No llegó a conocerse nunca a ciencia cierta el origen de la intoxicación, llegándose a sospechar también en el agua del grifo, por un problema que hubo días antes con las tuberías, pese a que todos recibieron indicaciones de beber solo agua embotellada. La sospechosa número uno seguía siendo la aciaga ensaladilla pues, cuando trabajas con huevo crudo, por muchas precauciones que se tomen, nunca existe el riesgo cero.
Imágenes | Media Ración/Wikimedia Commons
En DAP | Carmen Capote, la historia de una canaria que acabó haciendo bombones para el presidente de Francia