Joana Costa
EditorEl debate entre cocinas con y sin tirador lleva tiempo en la mesa, aunque en los últimos años ha ganado fuerza esa estética sin interrupciones que buscan tantos proyectos. Lo que parecía una decisión menor se ha convertido en un asunto capaz de definir el carácter entero de la cocina, algo que, según el interiorista Alberto Aranda, conviene analizar con cierta calma.
Su mirada matiza el entusiasmo generalizado y pone el foco en el uso cotidiano más que en las fotos aspiracionales. En una entrevista a Hola, Aranda recuerda que una cocina debe ser tanto un espacio de trabajo como un lugar que acompañe la vida diaria sin complicaciones.
A su juicio, los tiradores pueden ser un guiño decorativo y una herramienta ergonómica, mientras que prescindir de ellos abre la puerta a un diseño más silencioso y contemporáneo. Entre una opción y otra, lo importante es entender qué pide cada hogar antes de dejarse llevar por la tendencia dominante.
Esa búsqueda de equilibrio aparece una y otra vez cuando el interiorista describe la evolución de estas cocinas más limpias. Muchos propietarios asocian la ausencia de tiradores con una sensación de orden permanente, algo que visualmente agranda el espacio y lo vuelve más calmado. Sin embargo, Aranda insiste en que conviene probar sistemas de apertura y comprobar si resultan intuitivos en el día a día, porque una cocina no debería obligar a pensar en cómo se abre cada puerta.
La clave está en valorar proporciones, materiales y ritmo visual. Los tiradores clásicos aportan un punto de contraste que puede dar personalidad a muebles uniformes, mientras que los perfiles integrados mantienen la discreción sin renunciar a una sujeción cómoda.
Invisible pero funcional
Cada elección redefine la percepción del frente: textura, continuidad y sensación de profundidad cambian por completo en función del sistema adoptado. Ahora bien, más allá de la estética, Aranda apunta que las cocinas sin tirador han evolucionado gracias a varios mecanismos que buscan ser invisibles pero funcionales.
El sistema llamado gola, habitual en estudios de diseño, ofrece una apertura cómoda con un perfil metálico oculto que recorre el mueble. Para quienes prefieren un lenguaje todavía más minimalista, están los sistemas push o las puertas con uñero, que convierten el gesto cotidiano en algo fluido y casi imperceptible.
Cocinas pequeñas
En cocinas pequeñas, la continuidad visual cobra aún más relevancia. Aranda explica que un frente sin tiradores puede hacer que el espacio parezca un bloque coherente y ligero, pero si el usuario abre constantemente los muebles, quizá conviene combinar soluciones.
Por ejemplo, integrar tiradores discretos en módulos de uso frecuente y mantener la limpieza visual en el resto. Ese equilibrio, dice, es la verdadera clave para una reforma bien pensada.
Analizar el estilo de vida
Las tendencias, recuerda el interiorista, no deberían imponerse sin un análisis previo del estilo de vida. Recuerda que una familia que cocina a diario puede agradecer un tirador sólido y visible, mientras que un piso de uso ocasional puede permitirse el juego de una estética más depurada que prime la continuidad. Cada caso demanda una lectura fina, lejos del "todo o nada" que a veces traza el mercado.
Aranda insiste en que los detalles son los que convierten una cocina en un espacio armónico. No se trata de replicar imágenes de catálogo, sino de comprender cómo se habita realmente un lugar. Tiradores o no, un proyecto bien resuelto será siempre el que consiga unir funcionalidad y belleza con una coherencia que fluya desde el primer vistazo. Porque, como recuerda el interiorista, la cocina es un escenario de vida, no un ejercicio de estilo.
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