Ayer dio comienzo la tercera edición de MasterChef, el concurso de cocina para cocineros aficionados (Top Chef es para profesionales) que tanto éxito ha tenido en en TVE, tanto en su versión para adultos como para niños.
Os prometo que intenté verlo, lo intenté con todas mis fuerzas, incluso resistí muchos impulsos de cambiar de canal, apagar la televisión o incluso lanzarla por la ventana, pero es que es por escenas como la que os muestro a continuación que no veo MasterChef
El concursante más joven, Alberto, un estudiante de medicina de 18 años, decidió presentar un plato sin duda muy arriesgado, por inocente y naíf. Se trataba de un "León come gamba", un gazpacho de tomate y fresa con gambas, pimientos y una patata decorada como si fuera la cara de un león (comiéndose una gamba).
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style="color:#333;font-weight:bold;" title="Alberto, expulsado por su león come gamba"
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No digo que el chico mereciera pasar ni que me parezca bien su presentación o su plato, eso es irrelevante. Lo que me parece fatal es la humillación pública a la que se ha sometido a este chico que, no hay más que verle la cara, seguro que no ha tenido intención de ofender al jurado con su plato, sino que ha pecado de ingenuo.
Y es que el jurado le dice de todo menos guapo. "Esto es un insulto a mi inteligencia", "Tu no has entendido nada" o "En mi vida he visto una marranada como esta" son alguna de las perlas que el pobre chico tiene que soportar estoicamente. Como broche, el jurado lo expulsa con malas formas sin ni siquiera deliberar, "porque no hace falta".
Hay un momento en el que Pepe insiste en que el plato es un insulto a las 15.000 personas que se han quedado fuera del programa, pero digo yo que si este chico ha pasado las pruebas, será que algo habrá hecho bien, aunque tampoco descarto que solo lo escogieran en el casting para lincharlo públicamente en el primer programa y crear debate y audiencia.
En fin, no sé por qué tenía esperanza alguna depositada en que esta edición pudiera ser diferente, que pudieran evaluar y criticar los platos sin necesidad alguna de humillar (¿he oído Sabotaje en la Cocina?), sobre todo teniendo en cuenta que los allí presentes no son gente que se dedica profesionalmente a la cocina.
Una y no más Santo Tomás.
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