Cómo limpiar la parrilla de la barbacoa (y no es quemándola a fuego vivo)

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La agenda de planes ya se ha llenado de días ocupados para barbacoas con amigos, familiares y en pareja, unos planes que dan tanta satisfacción y alegría como trabajo de limpieza.

La preparación de una buena barbacoa no es baladí, pero tampoco es menor la limpieza que requiere este acto social tan codiciado y a la vez tan popular en nuestro país.

La parilla es uno de los elementos capitales de esta práctica, también de su limpieza y aseo final, ya que es preciso dejarla bien limpia para tenerla lista en la próxima cita.

No obstante, lo más habitual en todas las barbacoas es, simplemente, dejar enfriar la barbacoa y olvidar la parrilla en medio del jolgorio y la cerveza. En el mejor de los casos, hay quienes le pasan una bayeta húmeda cuando se ha enfriado.

También hay quienes depositan toda su confianza en la creencia popular de que, al próximo uso, basta con quemarla con la llama viva para desinfectarla, pero no.

¿Qué sucede con los restos de comida pegados a la parrilla entre barbacoa y barbacoa? ¿Es higiénico confiar al fuego que extermine las bacterias evolucionadas de la comida de la barbacoa anterior? ¿Es buena una chuleta mezclada con el sabor de un lenguado?

Pues bien, aunque la mayoría de la población no tenga una noción clara sobre la necesidad de limpiar estas rejillas, los fabricantes lo tienen muy claro: hay que lavar la parrilla antes y después de cada uso, y hacerlo con un cepillo especial para no estropearla.

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La necesidad de un cepillo

Los cepillos, que siempre hay que manipular con guantes, son en cualquier caso una herramienta necesaria para eliminar los restos de grasa en las rejillas y desincrustar también los restos de comida.

Además, es muy importante ir renovándolo para que sus cerdas no se desprendan y queden pegadas a las rejillas, pudiendo incluso pasar a la comida.

A saber, las parrillas de las barbacoas suelen ser de acero inoxidable, pero también se pueden encontrar de hierro fundido, un material que es muy duradero y económico, pero que tiene la desventaja de sufrir de la corrosión y requerir más mantenimiento.

Las parrillas de hierro, hay que lavarlas en caliente y usar un cepillo de cerdas de acero para quitar los restos de óxido. Después, rociar la parrilla con vinagre (especialmente cuando están oxidadas) y eliminar este líquido con un paño húmedo.

En este ámbito hay varios trucos caseros, como llenar de bicarbonato la superficie con comida incrustada o, en su ausencia, frotar una cebolla, una patata o un limón (partidos por la mitad) en las zonas más perjudicadas.

Estas soluciones son naturales y permitirán prescindir de productos específicos quitagrasas, que, a elección del consumidor, también pueden aplicarse. También, puede envolverse la parrilla con papel de periódico humedecido en desengrasante y al día siguiente el milagro habrá obrado.

El acero inoxidable, mejor opción

Para parrillas de acero inoxidable, las más habituales y con mejores características para el consumo alimentario, es necesario también dotarse de un cepillo de acero inoxidable, y utilizarlo después de cada uso de la parrilla.

Contra toda la festividad de la barbacoa y de la comida caliente, es necesario aplicar este lavado mientras que la parrilla está caliente. La buena noticia es que se trata de un proceso muy sencillo que consiste simplemente en hacer una pasada con este tipo de cepillo.

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Si se ha enfriado y no se ha tenido tiempo de limpiarla, basta con calentarla 15 minutos de nuevo para llevar a cabo este cepillado.

Restos muy incrustados

Para los restos muy incrustados en este tipo de parrilla, una solución es poner una lámina de papel de aluminio con el lado brillante hacia abajo sobre estos restos.

Una vez se haya calentado el conjunto (cuidado, porque alcanzará altas temperaturas), hay que pasar el cepillo. Este desincrustado será posible por el efecto calor de la convección conseguida con el aluminio.

Otra opción de último recurso es remojar las rejillas sucias en agua caliente, aunque esto no va a favor de la capa de curación que suelen llevar las barbacoas: una pátina que protege el aluminio de la corrosión.

El cepillo también hay que lavarlo

Aparte de dejar limpia la parrilla, es necesario lavar el cepillo para mantenerlo en buen estado y asegurar que no pasamos los restos de grasa de una parrillada a la otra a través de esta herramiento. Basta con llenar un cubo con agua caliente con jabón y un poco de aceite de oliva para hidratar las cerdas.

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Para terminar, hay que enjuagar el cepillo en esta solución y realizar varias pasadas en el cubo hasta que los restos se desprendan. Después, hay que dejarlo secar y conservar en un ligar seco y a resguardo de la lluvia.

Fotos |Andrik Langfield/Unsplash, Danny Gallegos/Unsplash, Evan Wise/Unsplash 

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