Antes de nada, mirad el vídeo. Es impresionante. Kevin Kumala, un biólogo balinés, ha creado una bolsa que no sólo es biodegradable, sino que además es comestible. Y para demostrarlo la mete en un vaso de agua caliente, la disuelve y se la bebe. Solo le falta saber bien para ser una campaña de márketing redonda para un producto como este.
Un producto que, además, trata de resolver un problema cada vez más importante. Indonesia, como otros muchos lugares del mundo, es un paraíso tropical lleno de aguas maravillosas infectadas hasta los topes de todo tipo de residuos plásticos.
Una bolsa para solucionar un problema ecológico
Por eso, según explica Kumala, la bolsa está hecha de yuca, una raíz rica en almidón y típica de Indonesia. Gracias al almidón de la yuca y (suponemos) algún plastificante natural, se crea una bolsa de bioplástico que es degradable, desaparece en 100 días y, teóricamente, no perjudica al medio ambiente. Ni a los peces que pueden comerla sin problemas.
De ahí que se decidiera a bebérsela: "Quería demostrar que este bioplástico es tan inofensivo para los animales marinos que hasta un ser humano puede beberlo. No estaba nervioso porque había pasado todos los tests de toxicidad", explicó Kumala a la CNN.
Su iniciativa va en línea con la decisión del gobierno de Bali de convertir la isla en un espacio "libre de bolsas de plástico" para 2018. Y, bueno, ¿quién podría estar en contra de los pececitos tropicales?
Parecidos razonables
El problema es que hay razones más que suficientes para ser escépticos. La bolsa de yuca dista mucho de ser una novedad. Al menos, en términos generales. Hace casi una década conocimos (con una campaña de marketing similar) a una prima de esta bolsa: la famosa, y hoy algo olvidada, bolsa de fécula de patata.
Como en este caso, aquellas bolsas usaban el almidón de la patata para crear el bioplástico. O, mejor dicho, usaban la amilosa, una parte del almidón fácil de procesar y bastante parecida al plástico común. Todo en orden hasta que caemos en la cuenta de que la amilosa representa sólo un 6% de la patata.
Es decir, necesitamos desechar un 94% de cada patata para producir un material que, como dice Deborah García, "es muy higroscópico, perdiendo resistencia en presencia de humedad; tiene elevada viscosidad, por lo que su procesado es costoso; y es un material en esencia frágil". O sea, que una vez tenemos ese material tenemos que procesarlo industrialmente para conseguir algo parecido al plástico de bolsa.
Cuando el remedio es igual (o peor) que la enfermedad
Como podéis ver, el proceso no es sencillo. Ni barato. Se estima que fabricar esas bolsas de fécula de patata era diez veces más caro que fabricar una bolsa normal de polietileno. Y lo peor de todo es que no se puede decir que tengan un menor impacto medioambiental.
Sí, es cierto: una vez que la bolsa de almidón está lista, se biodegrada con facilidad, Pero si nos fijamos en todo el proceso de fabricación, veremos que se necesitan una cantidad bestial de recursos para fabricarlas (recordemos, solo se usa el 6% de cada patata) y eso hace que espolee la deforestación y el uso irracional del suelo cultivable. El impacto ambiental es brutal.
"Pero, bueno, - me diréis - estas bolsas se hacen con yuca, ¿no mejora nada?". Algo mejora, es cierto. La yuca tiene un 17% de amilosa frente al 6% de la patata. Sin embargo, solo hay que hacer números para darse cuenta de que el impacto ambiental también es desproporcionado. Sobre todo, si tenemos en cuenta que hay nuevos polietilenos que se degradan en cuestión de meses (muy lejos de las décadas que podía tardar antes y muy cerca de este tipo de bolsas).
¿Estoy diciendo, entonces, que usemos bolsas de plástico como si no hubiera un mañana? En absoluto. Solo la isla de Bali (por usar el mismo ejemplo) desecha mil metros de plástico diariamente, no es momento de volver al uso indiscriminado del polietileno. Pero tampoco de sustituirlo por otra cosa con un impacto ambiental también desmedido.
La solución al problema de las bolsas de plástico no pasa por usar otra cosa, sino por "reducir, reutilizar y reciclar". La creación de una conciencia ecológica puede ser lento, como denuncia Kumala, pero hoy por hoy es la única alternativa.