Las huellas dactilares siempre me han fascinado desde el día que las descubrí siendo una niña. No sólo por el hecho de que las que cada uno tenemos son únicas y nos identifican, aunque a veces no queramos, sino por su propia forma. Esas finas líneas que dibujan formas caprichosas me parecen estéticamente muy bonitas, pero a menudo nos olvidamos de ellas. No ha sido así para Kevin Van Aelst, que ha creado grandes huellas con comida.
El artista, originario de Nueva York y afincado en Connecticut, declara sentirse atraído por objetos comunes que aparentemente nos parecen ordinarios o aleatorios, pero que él conecta con sus miedos hacia los misterios de la vida. De este modo, en sus obras combina la vida cotidiana con conceptos existenciales, centrándose fundamentalmente en los pequeños detalles.
Van Aelst trabaja fundamentalmente con fotografías y construcciones reales a modo de ready-mades. En ellas, podemos reconocer objetos y escenas comunes de la vida diaria, pero reorganizados o dispuestos de tal manera que generan nuevas formas, conectando lo mundano con lo misterioso.
Aunque en su obra podemos encontrar imágenes muy variadas, las que más me han llamado la atención son las fotografías de grandes huellas dactilares recreadas con alimentos, como granos de azúcar, mostaza o gominolas. Van Aelst consigue sin duda plasmar en estos curiosos materiales el orden fascinante de las líneas misteriosas que forman nuestras huellas, convirtiéndolas así en protagonistas de sus ideas.
Vía | Huffingtonpost Más información | Kevin Van Aelst En Directo al Paladar | Bebidas bajo el microscopio