A las puertas del Parque Nacional de Garajonay, Casa Efigenia se ha convertido en pilar fundamental para entender parte del pasado, del presente y, por suerte, el futuro de La Gomera. De humilde ventita, como los propietarios lo denominan, a parada obligada para todo el que busca auténtica cocina canaria en el centro de la isla.
Es el lugar donde buscar un escaldón de gofio de categoría, un almogrote que bien merece un premio y una legión de platos de cuchara que demuestran que en Canarias, si se trata de guisos, hay que hablar de nombres propios. El puchero canario o las papas y piñas (de millo) son los imanes asequibles con los que los Méndez Borges llevan atrapando al viajero desde hace varias décadas.
Casi un lugar de peregrinación donde, sin pretenderlo, la cocina es totalmente vegetariana. "En nuestra carta no hay carnes ni pescados", explica Sergio Méndez, al frente de este negocio familiar que impulsó Efigenia Borges, la auténtica 'boss' de esta casa y a la que no dejan de saludar con afecto los comensales.
Su buena posición, en mitad de numerosas rutas senderistas presentes en el centro de la isla, ha posiblitado que el turismo internacional fuera el primero en dar el queo, pero el recorrido de Casa Efigenia viene de lejos. Un bullicio de turistas alemanes que acudían a mediados de los años 70 a La Gomera en busca de esos inexplorados caminos fueron parte del germen, del que incluso ha formado parte la excanciller alemana Angela Merkel.
Sin embargo, Casa Efigenia es más que alemanes hambrientos, más que impresionantes vistas sobre Valle Gran Rey e incluso es mucho más que una comida asequible y casera. Casa Efigenia es la reivindicación de que en Canarias se puede realizar un turismo de hondas raíces y cargado de historia -e historias- que aquí sorprenden a todo el que aterriza.
"Por qué íbamos a matar animales?"
Bajo la atenta mirada de Efigenia Borges, la mujer que impulsó el cambio de Casa Efigenia, Sergio Méndez, su hijo y actualmente a los mandos de este pequeño emporio gastroturístico, nos atiende. Los mimbres de la casa poco han cambiado, aunque han ido evolucionando, pero la esencia es la misma: una cocina canaria reconocible, cercana y 100% vegetariana.
"Nunca fue algo pretendido pero aquí no tenía sentido que matásemos a los animales para comerlos porque los necesitábamos vivos", explica Sergio. Lujos que en origen no se podían asumir aquí. "Con la leche de las cabras hacíamos los quesos, por eso había que aprovechar a los animales al máximo posible", explica.
Es la misma teoría que defiende Doña Efigenia. "Mi padre siempre cocinaba con verduras", susurra la matriarca con un hilo de voz, pero además de eso, la lógica aplastante de optimizar recursos a través del ganado caprino al que siempre se dedicó la familia.
Así comenzó un idilio que lleva dando de comer más de sesenta años y que se inició con toda la humildad del mundo. "Un vasito de vino y una ración de gofio con queso picado, nada más", indica la 'jefa'. Todo ello desde una ventita, hoy casi un santuario, que recibe al visitante con balanzas históricas y una colección de botellas antiguas con bastante solera.
De vender sandalias a alojamiento rural
Aquella ventita tenía lo fundamental para atender las necesidades locales. "Vendíamos cholas [sandalias], arroz, sal, petróleo... Lo básico para funcionar", aclara Efigenia cuando nos saluda en uno de los salones que hoy sirven como comedor y que tiempo atrás eran parte de las cuadras de esta casa.
Con el tiempo, Casa Efigenia evolucionó también hacia un turismo rural y sostenible con la compra de varios terrenos donde han formado una serie de habitaciones para el que desee alojarse allí. Bajo el nombre Casa Efigenia-Las Montañas, la familia Méndez Borges recibe a turistas de numerosas nacionalidades, aunque abundan los alemanes y los escandinavos.
Sobre cómo se entendían, la respuesta está clara: "como Dios me daba a entender". Una sonrisa esbozada y la certeza de que todo huésped que pasa bajo este umbral es especial. "Aquí no distinguimos a nadie y si alguien no tiene dinero para comer, le damos igualmente", indica.
Una obra que es a la vez social y cultural y que además sirve para poner en valor el legado de los agricultores y ganaderos canarios, de donde les viene la casta a esta familia de currantes.
El paraíso del almogrote y del escaldón
Lo único que no hay en Casa Efigenia son pretensiones. La honestidad desde que se entra por la puerta hasta que se sale, sorprende. Sentirse uno más es sencillo, más aún cuando se comprueba la veracidad de una carta tan asequible que casi asusta. Apenas 10 euros por el menú del puchero canario que se sirve en 'tres vuelcos'.
"Servimos el puchero, la ensalada y el escaldón de gofio y lo que recomendamos es probar un poquito de cada uno para ir alternando sabores", comenta Sergio. La otra opción, entregarse al potaje de berros -con piña de maíz- que también se presenta con un escaldón de gofio.
Además, nos advierte de un error frecuente del peninsular: "cuando echamos gofio al potaje, no hay que disolverlo". Junto a ello, unos champiñones rellenos de gofio que después se fríen y que merecían por sí solos la visita. Amén de eso, un almogrote casero cuyo secreto se niegan a desvelar y mojos, lógicamente también homemade, cuyo gran secreto está en el tipo de pimientas utilizadas.
A ello hay que sumarle, en este retén de hospitalidad canaria, el vino de sus propios viñedos (fresco, aromático, del año y tampoco con la pretensión de epatar) y un queso ahumado asado que sirven con los propios mojos. Deleite de sencillez que incluye también la miel de palma, claro, que ellos mismos elaboran.
La oda al kilómetro cero
"Todo lo que servimos y cocinamos es de nuestras huertas o de productores cercanos", ensalza Sergio. Una pequeña patria gastronómica que en La Gomera lleva encandilando a comensales desde hace más de sesenta años, cuando Doña Efigenia montó la primera barra sobre un par de 'burras' y que hoy permanece con el mismo espíritu con el que se empezó.
Rodeado de plantas tropicales, de flores -muchas, incluyendo un jardín interior que solo Efigenia cuida- y de árboles frutales -de los que salen también sus mermeladas-, Casa Efigenia es una suerte de oasis en lo más alto de La Gomera que, en sus colofones dulces, pone unas galletas de gofio imprescindibles. Por desgracia, Sergio Méndez tampoco está por la labor de facilitar la receta.
Lo entendemos, respetamos y además así tenemos una excusa más para volver a Casa Efigenia, el lugar que encandiló a Angela Merkel y donde sacrificar animales para 'comer su carne' es casi un sacrilegio.
Imágenes | Casa Efigenia
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