Sin embargo, hay casas que permanecen al margen de estas modas pasajeras. Entre ellas, una destaca con claridad: el restaurante Casa Cámara, en Pasajes de San Juan, una pequeña localidad marinera de Guipúzcoa. Abierto en 1884, este establecimiento centenario ha visto pasar generaciones de clientes sin alterar la esencia de su propuesta.
Aquí no hay tatakis, ceviches ni baos. Lo que manda son los pescados de la lonja, las recetas transmitidas durante más de un siglo y la fidelidad a un estilo que el tiempo ha convertido en valor seguro.
El comedor de Casa Cámara mira directamente a la ría, lo que convierte cada mesa en un balcón privilegiado. Muchos clientes llegan en barca desde el muelle de Pasajes de San Pedro, una travesía breve pero cargada de encanto. Esa llegada por mar es casi un ritual que anticipa lo que vendrá en la mesa: un homenaje a los productos del Cantábrico cocinados con respeto absoluto.
Imagen histórica de Casa Cámara.
La historia del restaurante está ligada a la familia Cámara, que levantó el negocio como una pequeña casa de comidas para pescadores y marineros. Con el tiempo, y gracias al boca a boca, el local se convirtió en parada obligada para viajeros, artistas y políticos. Hoy sigue en manos familiares, manteniendo la herencia con la misma sencillez de siempre: buena materia prima y técnicas que priorizan la limpieza de sabores.
Casa Cámara en el puerto de San Juan de Pasajes.
El gran emblema de la casa son las cocochas de merluza, preparadas en pil-pil, rebozadas o a la parrilla. Este bocado gelatinoso y delicado es tratado con maestría por los fogones de Casa Cámara, hasta el punto de ser considerado por muchos como el mejor de la provincia.
El restaurante mantiene su propio vivero. ©Casa Cámara.
Otro de los clásicos es el rodaballo salvaje a la parrilla, servido entero y con el punto justo de brasa. Su carne firme, regada por el jugo natural del pescado, es una declaración de principios frente a las modas pasajeras.
La carta se completa con mariscos de la ría —bogavantes, centollos y percebes— que se mantienen vivos en un gigantesco vivero instalado en el comedor. Este detalle, único en la zona, garantiza frescura y se ha convertido en parte de la identidad del restaurante.
Rodaballo a la brasa. ©Casa Cámara.
Muchos comensales se detienen ante el tanque antes de sentarse a la mesa, observando cómo se mueven los crustáceos que, quizá, formarán parte de su banquete.
El ambiente es tan característico como la cocina. El comedor conserva un aire clásico, con ventanales que dejan entrar la luz de la bahía y un mobiliario sencillo que no compite con el paisaje. Todo en Casa Cámara remite a otro tiempo, a una manera de entender la hostelería en la que el producto es protagonista absoluto y la cocina solo se dedica a realzar sus virtudes.
Imágenes | Facebook Casa Cámara
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