Una visita al pueblo burgalés de las manzanas desde donde Alberti quiso ver el mar

Esta villa medieval fue parada y fonda de reyes y emperadores. Dentro de sus murallas, una judería y un recio castillo evocan los viejos linajes de Castilla

Medina De Pomar Alcazar De Los Velascos
Facebook Twitter Flipboard E-mail
luis-ulargui

Luis Ulargui

Colaborador

Allá donde las tierras burgalesas se alargan hacia el norte, queriendo tocar el mar Cantábrico, se abre un paisaje que se ha detenido en el tiempo: Las Merindades. Un mosaico de valles y pueblos, de bosques y cascadas escondidas, de iglesias con un románico único, de cuevas cuyo principio y fin se desconocen, de añejos e influyentes linajes, que guarda una villa que parece resumir toda la historia de la vieja Castilla. Se llama Medina de Pomar, y se la conoce como la ciudad de las manzanas.

Así reza su nombre, y no sólo por etimología. Medina proviene del árabe y significa “ciudad” mientras que pomar remite al latín antiguo usado para referirse a los manzanos. Ayer y hoy, sus fértiles huertas en derredor a esta villa fueron y son de manzanos, entre otros árboles frutales.

Medina de Pomar fue uno de los centros políticos y defensivos de una incipiente Castilla, y hoy conserva entre sus piedras y blasones el alma de lo que un día fue: una pequeña capital histórica, vigilante desde su estratégica ubicación, orgullosa de su pasado y hoy, también, hospitalaria con el viajero.

Dos murallas y varias puertas de entrada

Toda ruta por Medina de Pomar puede empezar en la plaza de Somovilla, hoy centro neurálgico del día a día. Aquí se cruzan los vecinos en sus quehaceres cotidianos: las compras, los juegos y griteríos de los chiquillos, las tertulias de los mayores. De aquí, las calles ascienden hacia el Alcázar y se adentran en una medina castellana, en una judería que aún conserva el eco de sus antiguos moradores. El viajero atento debe dejarse llevar por la arquitectura que se vuelve más íntima, más defensiva, más medieval.

A mitad de camino subiendo por la calle Mayor, aparece la primera de las puertas de la muralla: la Puerta de los Condestables, regia y elegante, con su mirador de piedra en lo alto. A un lado, robustos lienzos de la muralla medieval; al otro, escondida, otra puerta de la muralla más bella que la primera. Posiblemente, la entrada más hermosa al recinto amurallado de Medina de Pomar: la Puerta de la Cadena o de Oriente, situada bajo la antigua casa-torre del alcaide. Las cadenas y el oficio del dueño de la vivienda, no dejan lugar a dudas: era la cárcel. De aquí, la vista del paisaje se abre a varias casas colgantes que parecen desafiar a la gravedad, suspendidas sobre el vacío.

Medina De Pomar Puerta De Las Cadenas Puerta de las Cadenas.

Una curiosidad de Medina de Pomar es sus dos recintos amurallados. Uno dentro de otro, como cajas chinas arquitectónicas, y donde el barrio judío que hubo quedó integrado con el resto de la villa y hoy se recuerda gracias al Arco de la Judería del siglo XVI.

El faro desde donde Alberti quiso ver el mar

Toda ciudadela amurallada debía de tener su castillo, su fortaleza. Y Medina de Pomar no iba a ser menos. En medio de la ciudad, en el corazón de la medina, se alza el Alcázar de los Condestables, emblema inconfundible de la villa y símbolo del poder de los linajes feudales, en este caso de los Velascos, una de las familias más insignes que habitaron estas tierras.

Sus dos torres almenadas del siglo XIV, unidas por un cuerpo central, conservan la sobriedad de lo militar, y sus voluminosos muros de piedra guardan hoy un tesoro distinto: el Museo Histórico de Las Merindades, un recorrido fascinante por la arqueología, la etnografía, las costumbres que enseñan y permiten comprender la riqueza cultural de esta comarca histórica, primera piedra de lo que fue Castilla.

Un vistazo a…
Consejos para viajar seguro este verano
Museo de las Merindades Interior del Museo de las Merindades en el Alcázar de los Condestables. Ayuntamiento Medina de Pomar.

En lo más alto de la terraza fortificada, el horizonte se abre en una sinfonía de verdes bosques, grises sierras, azules cielos y doradas aldeas. Quizás fue allí donde el poeta Rafael Alberti, aquel “marinero en tierra”, escribió su poema a Medina de Pomar y a su fortaleza en 1967. Los versos cantan: ¡A las altas torres altas / de Medina de Pomar./ Al aire azul de la almena, / a ver si ya se ve el mar! / ¡A las altas torres mi morena! El poeta gaditano quiso, desde esta esquina de Burgos, ver el azul marino del paisaje que tan cerca dicen que está, pero las sierras se lo negaron. Aun así, en su poema late ese anhelo que sienten todos los que suben a estas almenas: divisar, más allá del valle, el fragor lejano del Cantábrico y la brisa de la mar. Y estos versos han quedado ya impresos, a cincel y martillo, en las piedras de la fortaleza de Medina de Pomar.

Parada y Fonda de Reyes

Pocos lugares pueden presumir de haber sido parada real. Medina de Pomar lo fue, y su Alcázar verdadera posada en la que descansaron reinas y emperadores. Se cuenta que Isabel la Católica se alojó en el Alcázar antes de despedir a su hija Juana, quien viajaba a casarse a Flandes, o a la pequeña Catalina de Aragón, en su rumbo sin retorno para ser una desdichada Reina de Inglaterra. 

Por sus calles transitó Carlos V, ya anciano y enfermo de gota, en su último viaje para descansar en el Monasterio de Yuste. Cada octubre, Medina de Pomar rememora aquel episodio: la llegada del hombre más poderoso de Europa, quien dominaba Flandes, España y América, en una recreación histórica donde el emperador, solemne y cansado, recorre de nuevo las calles con su séquito de nobles y damas de alta alcurnia. La villa se viste entonces de época: los balcones se engalanan con pendones, y los vecinos, vestidos con trajes del siglo XVI, devuelven al lugar esa antigua grandeza que nunca llegó a perder.

Paseo Carlos V por Medina de Pomar Recreación Histórica de la llegada de Carlos V a Medina de Pomar. Ayuntamiento Medina de Pomar.

El silencio monástico de Medina de Pomar

En el alfoz de la villa se levanta otro de los magnos tesoros de Medina: el Monasterio de Santa Clara, fundado en el siglo XIV por Sancho García de Velasco. El edificio, sobrio en su exterior y majestuoso en su interior, guarda un claustro gótico de una serenidad hipnótica, y entre sus tesoros, un impresionante Cristo yacente de la escuela castellana, obra del imaginero Gregorio Fernández.

Como curiosidad, las clarisas, que siguen viviendo en clausura, conservan la tradición de endulzar esta villa: sus rosquillas, pastas y herraduras de hojaldre, que sólo pueden adquirirse en fin de semana, son ese secreto compartido entre locales y visitantes.

Monasterio De Sta Clara 1 Interior del Monasterio de Santa Clara en Medina de Pomar. Ayuntamiento Medina de Pomar.

El monasterio de Santa Clara, también funciona como hospedería para viajeros, ofreciendo la posibilidad de dormir entre estos muros centenarios, escuchando al amanecer el tañido leve de las campanas y el rumor de las oraciones de maitines.

Arte callejero en un Museo a Cielo Abierto

Pero Medina de Pomar no vive solo del pasado. Su presente es vibrante y creativo. Al adentrarse por las callejuelas y plazuelas de su casco antiguo, se descubre que las paredes de las fachadas están repletas de arte. Un arte actual, moderno y amateur. Gracias al Ateneo Cultural, las calles se llenan de un arte pictórico que cambia con las estaciones y convierten las calles y plazas en una inmensa galería artística viva. No se trata de murales ni grafitis, sino de cuadros expuestos al aire libre, integrando la pintura en el paisaje urbano. Un verdadero Museo a Cielo Abierto.

Medina De Pomar Museo Abierto Arte Callejero en Medina de Pomar.

Además, el casco histórico esconde doce manzanas decoradas por artistas locales, distribuidas por el casco antiguo de Medina de Pomar, a los pies de sus monumentos históricos y artísticos. Una ruta manzanera que invita al viajero a descubrir una parte de la historia más regia y antigua del norte de Burgos. No hay mejor regalo que dé sentido literal y simbólico hacia esta ciudad como si cada manzana fuese una estación del alma medinesa.

Imágenes | Luis Ulargui  y Ayuntamiento de Medina de Pomar.

En DAP | El dulce más típico de Burgos nació de un “fallo pastelero”: así es la rosca de Medina, una delicia única de la ciudad del Cid

En DAP | Burgos, capital de los vinagrillos: una ruta por el paraíso oculto de los pinchos de encurtidos

Inicio