Mario Francesco Batali es uno de los cocineros más famosos de Estados Unidos y un gran experto en cocina italiana. Pero hoy es portada en toda la prensa americana después de que la revista Eater haya destapado varios casos de abusos sexuales cometidos por el chef durante al menos dos décadas.
Batali ha renunciado a seguir al frente de su emporio de restauración, ha abandonado el programa de televisión que copresentaba en la cadena ABC y ha reconocido en un comunicado que las acusaciones son ciertas.
“Aunque las identidades de la mayoría de las personas mencionadas en estas historias no me han sido reveladas, gran parte de la conducta descrita coincide, de hecho, con las formas en que actué”, asegura. “Ese comportamiento fue incorrecto y no hay excusas”.
Batali asegura querer recuperar la confianza de aquello a quienes ha dañado y decepcionado, pero ¿es suficiente con pedir perdón?
Pura y dura violencia machista
Las historias que narran las periodistas Irene Plagianos y Kitty Greenwald en Eater son muy similares a las que The New York Times y The New Yorker destaparon sobre Harvey Winstein, el productor de cine que arrastra decenas de acusaciones por abuso sexual, silenciadas hasta la fecha, pese a que su comportamiento era de sobra conocido en la industria.
Tras la caída de Wenstein se han sucedido numerosos testimonios de mujeres que dicen haber sufrido acosos y violaciones de todo tipo, que no habían denunciado por miedo a ser puestas en entredicho. Y el patrón es siempre el mismo: un hombre, en posición de poder, que abusa de empleadas o colegas pues tiene la certeza de que ninguna se atreverá a denunciarle.
Así lo narra una de las víctimas en Eater, que explica cómo, cuando tenía 20 años, conoció a Batali en un evento, se acercó a saludarle y nada más empezar a hablar se dio cuenta de que su comportamiento no era normal. “Me dio una sensación provocadora y repulsiva”, apunta. Y no le faltaba razón. Solo tras unos minutos de conversación el chef le dijo: “Ven a trabajar para mí, te pagaré el doble de lo que estás ganando”.
Acto seguido, alguien golpeó su vaso y derramó vino por todo su pecho, que bajaba por su camisa de cuello redondo. La víctima alega que Batali comenzó a frotarle los senos con las manos mientras decía algo como, “déjame ayudarte con eso”, mientras manoseaba su pecho. La mujer quedó tan conmocionada que ni siquiera se enfrentó a él, simplemente se alejó.
Un acoso que dura décadas
El reportaje de Eater cuanta la historia de otras tres mujeres, todas ellas trabajadores de Batali, que aseguran que el chef era un baboso y les tocaba constantemente, pero han preferido mantenerse en el anonimato por miedo a las represalias.
Las acusaciones cubren dos décadas, pese a que Batali solo fue acusado formalmente por este tipo de actos en octubre de este año, cuando una empleada le denunció ante el departamento de recursos humanos de su propia compañía (Batali & Bastianich Hospitality Group) por comportamiento inapropiado.
Curiosamente, la compañía que fundó Batali asegura contar con un protocolo contra el acoso sexual desde hace más de una década, pero este no parece haber funcionado con el jefe. El socio de Batali, Joe Bastianich, ha explicado en un comunicado que su principal objetivo es “asegurarse que sus más de 1.000 empleados continúen teniendo un ambiente de trabajo seguro y positivo”. Aunque lo de “continuar” suena a broma.
Imágenes | Lance Cheung/l_sands
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