La llegada de la temporada fría nos regala una joya: mi fruta cítrica preferida, la mandarina.
A diferencia de la naranja, esta fruta posee un perfil más delicado y aromático. Al transformarla en mermelada, no solo obtenemos una receta deliciosa, sino también una que es increíblemente fácil de hacer y sorprendentemente adaptable. Con solo tres ingredientes básicos, utilizamos la pulpa jugosa y la ralladura para lograr una textura perfecta y un color espectacular.
Lavar bien las mandarinas. Rallar la piel de dos mandarinas, solo la parte naranja ya que la parte blanca puede tener un cierto amargor. Cortar los gajos de mandarina pelados por la mitad y retirar todas las semillas que encuentres.
En una olla grande, mezclar los gajos de mandarina con la ralladura y el azúcar. Dejar reposar la mezcla durante 10 minutos, esto ayudará a que la fruta suelte sus jugos. Llevar la olla a fuego medio-alto y calentar, revolviendo ocasionalmente, hasta que el azúcar se disuelva por completo. Una vez que hierva, bajar el fuego a medio para mantener un hervor constante pero suave. Triturar unos segundos en caliente con la minipymer.
Cocinar unos 30 minutos, revolviendo de vez en cuando para evitar que se pegue al fondo. La mermelada estará lista cuando espese. Retirar la mermelada del fuego y llevar a frascos de vidrio previamente esterilizados.
Con qué acompañar la mermelada de mandarina
Se puede usar a la hora del desayuno, untándola generosamente sobre pan tostado, scones recién horneados o pancakes de avena y plátano. Su sabor cítrico queda muy bien como relleno en el centro de unas pepas de avena o como topping de un tarta de queso.
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