Grave alerta con las alertas alimentarias: la mayoría ni son alarmantes, ni son de alimentos que lleguen al supermercado

La gran mayoría de estas supuestas alertas son puro alarmismo sensacionalista, ya que no suponen ningún riesgo para el consumidor

Alertas Fake
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Liliana Fuchs

Editor

Los habrás visto muchas veces en los titulares destacados de tu dispositivo móvil o en el ordenador. Quizá alguien los ha compartido en redes sociales o te ha llegado a través de Whatsapp. Puede que incluso te los hayas cruzado sin más revisando tu prensa habitual de confianza. La fuente importa poco, porque las noticias de alertas alimentarias con titulares catastrofistas casi se difunden solas; cuanto más común sea el producto y más sensacionalista el titular, mejor. El problema es que la inmensa mayoría son falsas.

Precisemos: no son completamente falsas, pues tienen un origen real, pero sí son inútiles para nosotros como consumidores. Su objetivo no es el de alertar a la población sobre los supuestos peligros o riesgos de un alimento contaminado o inseguro, sino evitar que dicho alimento entre en el mercado europeo. Es decir, son alertas que atañen a las autoridades sanitarias de los países europeos, no a la población. Son las alertas que se publican en el RASFF.

¿Y qué es el RASFF? Se trata del Rapid Alert System for Food and Feed, el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos de la Unión Europea, un sistema coordinado de intercambio de información entre los países miembros sobre las medidas tomadas ante la detección de un riesgo en un pienso o en un alimento. Es la versión europea del sistema que tenemos en España, el SCRII, el cual proporciona a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) la información relativa a las alertas que sí se han detectado en el mercado español. Pero las alertas que se publican en el RASFF casi nunca implican a productos que lleguen a los comercios españoles.

La legislación europea establece que esa información compartida y las medidas aplicadas sea transparente y pública, y gracias a los sistemas informáticos empleados ese intercambio de información es casi instantáneo. Cualquier persona puede consultar el portal de la RASFF donde a diario se publican decenas de alertas de todo tipo; admite incluso la búsqueda de aquello que más nos interese conocer, por ejemplo las alertas relativas a un alimento específico, detectadas por un país en concreto, su procedencia, el motivo de la alerta y sus riesgos. Y lo más interesante, las medidas tomadas al respecto.

Las alertas que solo se han publicado en el sistema RASFF no suponen ningún riesgo

Esas medidas pueden ser la retirada, la recuperación, la confiscación o el rechazo del producto o productos en los que se ha detectado un posible riesgo para la salud; en muchas ocasiones el riesgo potencial es mínimo, al detectarse no un virus ni bacteria concreta, sino simplemente el no poder cumplir con la normativa europea. Por ejemplo, se rechazan productos agrícolas en los que se han usado fitosanitarios prohibidos en Europa, o, al contrario, por no cumplir con tratamientos obligatorios.

Pero de vez en cuando aparecen alertas tentadoras para quienes buscan destacar entre la marabunta de publicaciones digitales que hoy tienen a la prensa y los medios de comunicación en crisis, incluso los más generalistas y veteranos. La manera de consumir hoy contenidos, a través de titulares que Google y otras compañías deciden que nos interesan, ha generado una guerra abierta por lanzar las (no)noticias más susceptibles de llamar la atención. Y parece dar igual caer en el alarmismo sensacionalista: no dejes que la realidad te estropee un buen titular.

Si la supuesta alerta implica alimentos muy populares, como sardinas, fresas, naranjas, atún o jamón, e incluye términos que asustan como hepatitis, Listeria, Salmonella o E.coli, la tentación de lanzar alarmas catastrofistas parece dispararse. Si encima esa alerta viene de un producto español o de países que generan polémicas, como Marruecos, casi seguro que alguien aprovechará para rascar algunas visitas.

Esto genera un alarmismo injustificado que manipula la realidad difundiendo algo que no dejan de ser fake news. Es desinformación que confunde y genera una sensación de inseguridad en el consumidor al avasallarle con falsas alertas que provocan desconfianza en los alimentos. Cuando es precisamente lo contrario: las alertas publicadas por el RASFF demuestran que nuestro mercado es muy seguro.

Expertos en industria y seguridad alimentaria como Gemma del Caño o Miguel Ángel Lurueña ya han denunciado estas prácticas en numerosas ocasiones, pues no son precisamente nuevas. Solo parecen resurgir en oleadas cuando de pronto vuelven a viralizarse y atraer miles de clicks.

Gominolas @gominolasdepetroleo (Miguel Ángel Lurueña) en Instagram.

“Se trata de alertas alimentarias, sí. Pero no están dirigidas al consumidor y ni siquiera tienen que ver con productos vendidos en España”, advertía Lurueña en septiembre del año pasado, en relación a varias noticias de supuestas alertas de jamón contaminado con Listeria y mejillones contaminados con E. coli. Y ya unos meses antes lo había explicado al viralizarse una no-alerta sobre pescado marroquí con anisakis. Que ni siquiera había cruzado la frontera.

Del Caño nos recuerda ante estos titulares que “todos los alimentos que entran de forma legal en un país deben cumplir controles y analíticas que demuestren que son seguros”. “Estas alertas que se transmiten a través del sistema RASFF muchas veces no llegan a conocimiento de los consumidores porque no es necesario”, insiste Lurueña; “en la mayoría de los casos esos productos son retirados antes de que lleguen a las tiendas”.

Cómo saber si una alerta debe preocuparnos

Muy sencillo: no quedarnos nunca con el titular de una noticia, leer bien todo el texto de la misma y buscar que incluya un enlace o referencia a la supuesta alerta alimentaria publicada, con referencias, y a poder ser enlaces, a la web de la AESAN, que es quien publica las alertas alimentarias que sí están dirigidas al consumidor y se refieren a alimentos que han llegado al mercado. Si solo remite al sistema RASFF, no deberíamos preocuparnos mucho más, pues, como también recuerda Del Caño, “las alertas RASFF no obligan a retirar de supermercados, lo habitual es la detección antes”.

Alertas AESAN.

Si queremos asegurarnos de que como consumidores no tenemos que preocuparnos, podemos leer todos los detalles publicados en la web del sistema para comprobar qué medidas se han tomado y qué seguimiento se está haciendo de la alerta en tiempo real. Es también importante ver en qué fecha se publicó la alerta. Por norma general, los alimentos señalados por una alerta no duran en los lineales más de unas horas, pero es frecuente encontrar noticias que se hacen eco de alertas alimentarias publicadas meses o semanas atrás.

Y para despejar cualquier resquicio de duda, solo tenemos que acudir a la web de la AESAN, que, a través de la Red de Alerta Alimentaria, sí comunica y difunde aquellas alertas alimentarias o de alérgenos que pueden suponer un riesgo para la salud de la población española, es decir, cuando se han distribuido en nuestro mercado.

En DAP | Cómo detectar eficazmente si un pescado tiene anisakis

En DAP | Seguridad alimentaria en casa: cómo limpiar y cocinar sin contaminación cruzada para evitar la Listeria (y otras intoxicaciones)

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