Algo que puede presentar algún que otro problema a la hora de elaborar una receta son las medidas y dosis de cada ingrediente que la compone. Seguro que más de un lector se ha encontrado con alguna pequeña dificultad sobre esta cuestión. Las medidas no están unificadas y cada editorial o autor las puede expresar de maneras distintas.
A decir verdad, algunas recetas pueden no salir como esperamos, tampoco conseguimos la presentación que podemos ver en la foto que nos muestran. Si no dispones de algún dosificador, medidor o una balanza precisa, los gramajes presentados en la receta pueden representar un problema.
En muchas ocasiones es nuestro sentido común y nuestro instinto el que nos proporciona la idea para obtener una receta bien elaborada, pero a veces el ojo falla. Podemos encontrarnos en las recetas “una cucharadita de”, dependiendo del producto la cucharadita tendrá una equivalencia distinta en gramos, por ejemplo, una cucharadita de: sal fina equivale a 5 gramos, a 4 gramos de levadura en polvo, a 2 gramos de café en polvo, etc.
También debemos diferenciar entre cucharadita y cucharada, “una cucharada de” equivaldría a 10 gramos de aceite, 7 gramos de cacao amargo, 12 gramos de miel o 6 gramos de perejil entre otros. Si a esto añadimos que las cucharas no tienen una medida estandarizada y que hay diferencias de capacidad entre unas y otras, el resultado es que no añadimos la cantidad necesaria y adecuada de los ingredientes en nuestra receta.
Lo mismo ocurre con “una taza de” o “un vaso de”, el autor de la receta conoce sus cantidades y utiliza sus utensilios, pero éstos no son los mismos que tenemos nosotros y como cada vaso o taza es distinto, también varía la cantidad del ingrediente en cuestión.
Una buena opción a tener en cuenta es la Guía de equivalencias que nos propone Eliana, gracias a ella podremos conseguir resultados inmejorables con el conocimiento exacto de las cantidades.
Todos pecamos de lo mismo, pero nunca pensamos que esta forma de explicar una receta puede entorpecer un buen resultado. Menos mal que el “buen criterio” de los que cocinamos nos ayuda a conseguir un resultado óptimo.
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