Las malas hierbas tienen una habilidad casi mágica para colarse en cualquier rincón del jardín. Da igual que la tierra esté recién puesta o que el riego sea moderado: siempre hay una especie oportunista dispuesta a aparecer. Y aunque parezcan inofensivas, pueden ser un problema para el crecimiento saludable del resto de plantas.
El primer error es pensar que todas las plantas espontáneas son malas. Algunas aportan biodiversidad o incluso protegen el suelo. Pero cuando la situación se descontrola, lo mejor es intervenir con métodos que respeten el equilibrio del ecosistema. Evitar el uso de herbicidas es el primer paso.
Acolchado orgánico
Una de las estrategias más eficaces es el acolchado orgánico. Aplicar una capa de hojas secas o corteza de pino alrededor de las plantas evita que la luz llegue al suelo y las semillas germinen. Es una barrera natural que, además, mejora la retención de humedad.
Escardado superficial
Otra técnica muy recomendable es el escardado superficial. No hace falta remover la tierra como si se preparara una trinchera: basta con rascar la superficie con una azada pequeña, eliminando los brotes jóvenes antes de que se afiancen.

Agua hirviendo
El agua hirviendo es un remedio exprés para zonas de paso o juntas de baldosas. Verterla directamente sobre las malas hierbas quema sus tejidos sin contaminar el suelo. Es muy útil para tratar espacios concretos sin afectar al resto del jardín.
Vinagre blanco
Para jardineros que prefieren una acción más lenta pero sostenible, el vinagre blanco puede ser un aliado. Rociado directamente sobre las hojas, deshidrata las plantas no deseadas. Pero cuidado: también puede afectar a cultivos si se aplica sin precaución.
Mantas antihierbas
El uso de herramientas como mantas antihierbas o telas geotextiles también es muy eficaz. Bajo caminos de grava o jardineras, impiden que las semillas germinen sin impedir el paso del agua. Es una solución discreta y duradera.
Mantener el jardín bien aireado y nutrido también ayuda. Un suelo sano es menos propenso a invasiones, sobre todo si se alternan cultivos y se evita dejar espacios vacíos. La prevención constante es la mejor aliada contra las malas hierbas.
Y finalmente, aceptar que un poco de vegetación espontánea no es un drama puede salvar muchas frustraciones. La jardinería también es aprender a convivir con lo inesperado sin convertir el jardín en una zona cero de control.
Foto | Prostooleh y hans middendorp
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