El momento ha llegado: las primeras flores han brotado en tus plantas de tomate y prometen una cosecha deliciosa. Pero no basta con esperar a que la naturaleza haga su trabajo. La diferencia entre unos cuantos tomates pequeños y una cosecha generosa está en los cuidados que les des ahora.
Durante la floración, el tomate se vuelve exigente. Cada riego cuenta, cada brote sobrante puede restar fuerza a los frutos, y un viento inoportuno puede hacer más daño del que parece. Lo bueno es que con algunos gestos simples y periódicos, puedes mejorar notablemente su rendimiento.
El riego es el primer punto crítico. Debe hacerse solo en la base, evitando mojar las hojas. Una o dos veces por semana, pero en profundidad, para llegar bien a las raíces. El agua en exceso o en déficit puede provocar la caída de flores o el desarrollo de hongos. Mejor por la mañana y con la tierra ligeramente húmeda.
Sí al mantillo: conserva la humedad
A continuación, un aliado imprescindible: el mantillo. Una capa de paja, césped seco o incluso hojas secas ayuda a conservar la humedad, reduce las malas hierbas y evita que los frutos toquen directamente el suelo. Aplícalo tras un riego y asegúrate de que tenga entre cinco y ocho centímetros.
Llega el turno de los chupones, esos brotes que nacen en las axilas de las ramas y que, si no se eliminan, desvían la energía de la planta. Se deben retirar con los dedos o tijeras pequeñas, de forma regular, antes de que crezcan demasiado. Este gesto favorece una planta más aireada y con frutos más sabrosos.
El tutorado también es clave. A medida que las flores dan paso a los frutos, el peso de la planta aumenta. Un tutor de madera o metal, una jaula metálica o una cuerda vertical permiten mantener la estructura sin que se parta. Hay que ir atando los tallos con suavidad conforme crecen hacia arriba.
En cuanto a los nutrientes, durante la floración conviene reforzar con compost, purín de ortiga o un fertilizante rico en potasio. Esto favorece la formación del fruto y su maduración. Puedes aplicar estos aportes cada 15 días hasta que empiecen a desarrollarse los tomates. Luego se espacian más.
Ayuda a polinizar
No olvides ayudar a la polinización. Aunque el tomate es autopolinizante, un ligero meneo del tallo por la mañana mejora el asentamiento del polen. Si cultivas en invernadero, ventila a menudo y deja que entren insectos polinizadores como abejas o abejorros visitantes.
Por último, vigila las enfermedades. Evita mojar las hojas, retira las que estén en contacto con el suelo, y revisa posibles plagas. Pulverizar con infusiones naturales como cola de caballo o plantar caléndulas cerca de las tomateras ayuda a mantenerlas fuertes y protegidas.
Una flor no hace el verano, pero si cuidas bien tus tomates cuando florecen, el huerto te lo devolverá en forma de frutos jugosos y abundantes. Un poco de atención ahora marca toda la diferencia en tu cosecha.
Foto | Anna Tarazevich
En DAP | El truco clásico para que tus tomateras no se llenen de tizón (y de problemas)