Un simple gesto basta para mantener las esponjas limpias durante más tiempo y preservar la higiene de la cocina

Una esponja húmeda es un caldo de cultivo. Solo un soporte que las mantiene aireadas y levantadas evita bacterias, malos olores y disgustos cotidianos

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Joana Costa

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El fregadero suele ser el corazón de la cocina, pero también un foco de humedad permanente. Una esponja mojada, sin más, se convierte en un auténtico imán para moho, bacterias y malos olores que se filtran en el ambiente. Una base o soporte que permite que se airee bien puede marcar una diferencia inmediata y real en la limpieza.

Mantener las esponjas en alto, lejos de la superficie y con aire circulando a su alrededor, favorece que sequen por completo entre usos. Esto frena la proliferación microbiana y prolonga su eficacia varios días más: una ventaja tanto sanitaria como económica.

Un soporte sencillo —como una rejilla metálica o un organizador de silicona drenante— asegura que el agua sobrante se elimine y que la esponja no se quede constantemente empapada. Además, al estar en posición vertical, se seca por dentro y por fuera de forma homogénea.

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Sin agua estancada

Algunos modelos específicos venden organizadores con ventosas para colocar en el interior del fregadero, evitando que la esponja toque ningún otro utensilio. Son fáciles de limpiar, resistentes y mantienen el entorno libre de residuos estancados, lo que mejora la higiene general del área. 

Otra opción robusta son los soportes de acero inoxidable con drenaje, que funcionan sin absorber agua y permiten un flujo continuo de aire. Su aspecto moderno y sólido los convierte en una solución funcional también estética para cocinas contemporáneas.

Ignorar esta necesidad hace que, incluso con limpieza frecuente, las esponjas desarrollen olores rancios o manchas oscuras. Es un detalle pequeño, pero que daña la percepción de limpieza e higiene que cualquier cocina debería transmitir.

Instalar un soporte, por tanto, no es un capricho decorativo sino una decisión higiénica. No cuesta mucho, no toma mucho espacio y evita un problema que solo se nota cuando ya es demasiado tarde.

Para un mantenimiento aún más eficaz, se recomiendan actuaciones paralelas, como desinfectarlas mínimamente cada semana con agua hirviendo o microondas, además de reemplazarlas de forma constante. Pero, sin duda, el primer paso es asegurar su secado adecuado sobre un soporte.

Foto | Joana Costa

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