Finca La Alquería

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Hace unos días estuve en la boda de un amigo cocinero. Nos sacó de la iglesia “y alrededores” y nos llevó a cenar a una finca que hay en Alcorcón, cerca del C.C. Tres Aguas, para los que conozcan la zona.

Se trata de una finca muy cuidada, grande y decorada con jardines e incluso con un riachuelo que lo atraviesa.

Me llamó la atención porque no supuso, en cuanto a la gastronomía, lo mismo que se suele esperar en una boda tradicional, sino que los platos, tanto en la presentación como en la elaboración de los platos, denotaban modernidad.

Los canapés de inicio, servidos en el jardín con cerveza y vinos de distintas clases, iban desde una brandada de bacalao hasta una sardina con gelatina de miel y mostaza suave espectacular El menú, muy satisfactorio, comenzaba con una ensalada de mango y foie, continuaba con un sorbete de limón estupendo, se alargaba con una merluza con vieiras y más foie y se redondeaba, para el que aún tuviera un hueco, con un solomillo de buey al Oporto.

Todo muy bien presentado, se veía que detrás existía la mano de alguien preocupado en que la cocina del local, al menos, parezca actual y moderna.

El vino blanco servido, un Marqués de Riscal de Rueda y el vino tinto, un Cuné riojano, fueron con diferencia el punto débil de la noche: muy mal conservados, no fueron ni uno ni dos los que tuvieron que volver por donde vinieron. Eso sí, este mismo incidente resaltó la bondad de un servicio paciente y atento.

Lo que me llamó la atención es ver cómo la evolución de la cocina afecta a toda la industria y me resultó gratificante que este tipo de negocio empiece a ver las bondades de una renovación que parece contar, por suerte, con el beneplácito de la clientela.

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