Ya lo comenté el otro día en un post, me encantan los plátanos y siempre procuro tenerlos en casa, pero su conservación es un punto negativo, ya que fuera de la nevera duran poco tiempo y dentro de ella se ponen negros y blandos, así que quienes hacemos compra semanal mal lo llevamos en este sentido.
Pintxo nos explicó hace un tiempo el por qué de este fenómeno tan molesto, pero nos quedaba en el aire una solución que nos permitiera conservarlos durante un largo tiempo sin que se deterioren ni maduren en exceso. Una mañana hace una semana estaba trabajando mientras en la televisión discurría un magacín de esos en los que se alterna el cotilleo, la actualidad y los consejos domésticos, y mi atención se fue a la pantalla cuando oí hablar de un truco para evitar que los plátanos se pongan negros en la nevera.
Los hados me han venido a ver, me dije a mí misma, así que tomé nota con ánimo y dispuesta a probarlo enseguida. El truco es simple y no necesita demasiada manipulación, tan solo una bolsa hermética y medio limón, así de simple. Cierto es que guardando los plátanos en el frigorífico dentro de una bolsa de plástico cerrada, el problema se atenúa, pero en mi experiencia, no lo hace por completo, pues los plátanos se van deteriorando con el paso de los días y aparecen blandos.
Y nada mejor que hacer una prueba y compartirla con los lectores. Esa tarde salí a comprar unos hermosos plátanos y unos limones y una vez en casa introduje medio limón recién cortado en una bolsa junto a los plátanos, la cerré por completo, y los dejé descansar en el frigorífico.
A lo largo de los días, fuimos consumiendo algunas piezas y se conservaban como el primer día, la piel firme y sin variaciones de color, tan solo se observaba algunas gotas de agua, que empañaba la bolsa.
En total han estado siete días en el frigorífico, un plazo más que suficiente para la prueba, y solo he podido observar una ligera maduración y que en las piezas que antes del experimento tenían alguna raspadura de color oscuro, estas estaban algo más negras, pero es un detalle sin importancia, ya que la piel seguía tersa y amarilla, y el fruto una vez pelado, en perfecto estado de revista, y óptimo punto de maduración, firme y delicioso.
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