Asentada sobre un altozano que domina el valle del Arlanza, Lerma se revela al viajero con una silueta poderosa y reconocible desde la distancia. Esta villa burgalesa conserva ese aire de capital histórica que no se ha diluido con el paso de los siglos, una condición que se explica tanto por su estratégica ubicación como por el papel político que desempeñó en uno de los momentos más brillantes del Siglo de Oro español. Pasear hoy por sus calles supone adentrarse en una escenografía urbana pensada para impresionar, ordenar y representar poder.
Buena parte de ese esplendor tiene nombre propio: Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma y valido del rey Felipe III. Bajo su mecenazgo, la localidad vivió una transformación sin precedentes a comienzos del siglo XVII, convirtiéndose durante unos años en una auténtica corte paralela. Arquitectos de primer nivel, órdenes religiosas y artistas encontraron aquí un terreno fértil para levantar palacios, conventos y plazas monumentales que aún definen la imagen de la villa.
El urbanismo de Lerma responde a un proyecto coherente y ambicioso, poco habitual en poblaciones de su tamaño. La Plaza Mayor, una de las más grandes de España, articula un conjunto donde el Palacio Ducal actúa como eje visual y simbólico. Alrededor, calles rectilíneas y nobles fachadas de sillería conducen a edificios civiles y religiosos que hablan de una época de riqueza y centralidad política, cuando la villa llegó a acoger reuniones del Consejo de Estado.
Ese impulso constructivo se tradujo también en una notable concentración de conventos y monasterios, muchos de ellos vinculados a órdenes reformistas que encontraron en Lerma protección y recursos. Carmelitas, franciscanos, dominicos o clarisas levantaron templos y clausuras que, además de su valor artístico, explican el peso espiritual que tuvo la villa en la Castilla del Barroco. Hoy, ese legado convierte a Lerma en un destino privilegiado para quienes buscan patrimonio más allá de las grandes capitales.
La suma de historia, arquitectura y conservación ha llevado a Lerma a integrarse como miembro de pleno derecho en la asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España, un reconocimiento que no ha hecho sino reforzar su posición como uno de los grandes referentes turísticos de la provincia de Burgos.
Mañana: patrimonio civil y esencia urbana
El recorrido matinal puede comenzar con una visita guiada por el corazón monumental de Lerma, una fórmula especialmente recomendable para comprender el sentido unitario de su trazado urbano. A través de las explicaciones, la historia del duque de Lerma y su ambicioso proyecto político adquiere contexto, ayudando a interpretar cada edificio no como un elemento aislado, sino como parte de un plan cuidadosamente diseñado.
Palacio Ducal de Lerma.
El Palacio Ducal, actual Parador de Turismo, es la pieza clave de este conjunto. Construido a partir de 1601 según trazas de Francisco de Mora, su sobriedad herreriana y su imponente volumen reflejan la autoridad de su promotor. La visita permite apreciar el patio interior, la monumental escalera y algunos salones, además de disfrutar de las vistas sobre el valle del Arlanza desde sus balcones, uno de los grandes atractivos del edificio.
Desde allí, la ruta continúa hacia la Plaza Mayor, un espacio de proporciones excepcionales concebido tanto para actos festivos como para ceremonias políticas. Sus soportales regulares, las fachadas de piedra y la sensación de amplitud invitan a detenerse y observar la vida cotidiana de la villa. Resulta fácil imaginar justas, celebraciones cortesanas o representaciones teatrales en un espacio que sigue siendo el auténtico centro social de Lerma.
La Plaza Mayor de Lerma se erigió a principios del siglo XVII y en ella, además de mercados y corridas de toros, también se hacían representaciones teatrales.
El paseo guiado se adentra después en el entramado de calles nobles, donde aparecen casas solariegas, antiguos palacios y el célebre Pasadizo de Lerma. Esta galería elevada conectaba el Palacio Ducal con el convento de San Blas, permitiendo al duque desplazarse sin ser visto. Su presencia recuerda hasta qué punto el poder político condicionó incluso los recorridos urbanos y la vida cotidiana de la época.
Hay diversas actividades de enoturismo en Bodega Palacio de Lerma, desde catas hasta elaborar tu propio vino a comidas maridadas.
Antes de dar por concluida la mañana, existe la opción de acercarse a la Bodega Palacio de Lerma, una propuesta que introduce el componente enoturístico en la visita. Adscrita a la Denominación de Origen Arlanza, ofrece una aproximación a los vinos de la zona, con explicaciones sobre variedades, suelos y procesos de elaboración, donde también ofrecen experiencias como realizar tu propio vino o menús maridados, algo que también recomendamos, sobre todo cuando se emparentan con la estrella de la gastronomía burgalesa: el lechazo asado.
Comida: el territorio del lechazo
La eterna vinculación de Castilla a sus ovejas sigue siendo hoy un bastión gastronómico de primer orden que en villas como Lerma se convierten en garantía de calidad a la hora de buscar cordero asado.
Lechazo asado en Bodega Palacio de Lerma.
Aparte de la experiencia en Bodega Palacio de Lerma, la cual recomendamos encarecidamente, hay otras alternativas que han hecho del cordero su santo y seña, como es el Asador Casa Antón, otro templo donde no hace falta preocuparse por pedir la carta, ya que el menú ofrece lechazo asado, chuletitas, riñones a la plancha y mollejas. Como guarnición, ensalada y, de remate, sus postres caseros. Sin complejidad, con esencia y mucho sabor.
Galoria cuenta además con una terraza al aire libre durante los meses de primavera y verano.
El registro, si buscas algo más sofisticado en cuanto a espacio, puede cambiar con el restaurante Galoria, que ofrece un entorno más refinado y palaciego, saliendo de la clásica impronta mesonera. Aquí se basan en cocina castellana, pero con emplatados más elegantes y algo más de finura, siendo otra alternativa perfecta para comer bien en Lerma.
Una cuarta alternativa, también clásica y de carácter plenamente castellano, es el Asador Caracoles, donde además de trabajar con mucho éxito el lechazo, la brasa (especialmente con setas y carnes de vacuno) y las recetas con cangrejos de río, también bordan los caracoles, que les dan nombre, y que constituyen todo un rito en primavera y otoño.
Tarde: iglesias, conventos y espiritualidad barroca
Tras el ágape, la tarde invita a un ritmo más pausado, ideal para descubrir el patrimonio religioso que jalona Lerma y que constituye uno de los legados más visibles del siglo XVII. El recorrido puede comenzar en la Colegiata de San Pedro, un templo de origen medieval profundamente reformado en época barroca. En su interior destacan el retablo mayor y varias capillas nobiliarias que reflejan la estrecha relación entre fe y poder.
Colegiata de San Pedro, en Lerma. ©Turismo de Burgos.
Muy cerca se alza el convento de San Blas, fundado en 1604 y ligado directamente al duque de Lerma. Aunque hoy solo se conserva parte del conjunto, la iglesia mantiene elementos de interés, como su estructura sobria y algunos restos decorativos. El edificio cobra especial relevancia por su conexión con el Pasadizo, que permite entender cómo se integraban espacios civiles y religiosos en la vida del valido.
Otro de los hitos imprescindibles es el convento de la Ascensión, de monjas clarisas, cuya fundación se remonta a 1604. La iglesia, de planta sencilla, alberga un notable retablo barroco y conserva ese ambiente de recogimiento propio de las clausuras históricas. La presencia de varios conventos femeninos en la villa ilustra el papel que Lerma desempeñó como centro espiritual de primer orden.
Convento de Santa Teresa, en Lerma.
El itinerario continúa hacia el convento de la Madre de Dios, ocupado por dominicas y levantado también en el contexto del gran proyecto urbano del siglo XVII. Su fachada discreta contrasta con la riqueza interior, donde la imaginería y los retablos ofrecen una buena muestra del arte religioso de la época. Cada visita aporta matices distintos a la comprensión del Barroco lermeño.
Monasterio de la Madre de Dios, en Lerma.
Para cerrar la tarde, resulta sugerente acercarse a alguna de las ermitas que salpican el entorno urbano, como la de la Piedad, vinculada a la devoción popular. Estos espacios más modestos completan la visión de una villa profundamente marcada por la religión, donde la arquitectura sacra no solo respondía a la fe, sino también a una estrategia de prestigio y representación que hoy convierte a Lerma en un destino imprescindible para los amantes del patrimonio histórico.
Imágenes | Turismo de Burgos / Spain.info / Oficina de Turismo de Lerma / Bodega Palacio de Lerma