A menudo, cuando pensamos en Nueva York lo hacemos imaginando una ciudad cuajada de rascacielos y asfalto. Pero pocas veces recordamos que ese nombre no solo corresponde a la metrópolis, sino también a un estado que, más allá de sus grandes urbes, alberga paisajes que no tienen nada que envidiar a los de lugares como las Montañas Rocosas.
Es precisamente lo que sucede en los Adirondacks, una región en la que la naturaleza despliega su esplendor, y donde una ruta de tren de unas diez horas revela un capítulo desconocido del estado de Nueva York.
La ruta en cuestión es la del Amtrak Adirondack, que conecta la Gran Manzana con Montreal, atravesando cerca de 610 kilómetros. El trayecto parte del Moynihan Train Hall, en la ciudad de Nueva York, y transita por zonas que pocos asocian con este estado pero que ilustran otro rostro del territorio.
Desde el arranque, el recorrido se asoma al Hudson. Al salir de la ciudad, el tren acompaña el curso del río, bordeando márgenes boscosos y elegantes mansiones históricas como Lyndhurst Mansion, mientras los primeros tonos de otoño comienzan a teñir los árboles. Ya en Yonkers y Croton‑Harmon, las riberas muestran acantilados cubiertos de hojas rojizas y amarillas, y el parque Croton Point se ofrece como una alfombra visual frente al agua.
La ruta prosigue hacia Poughkeepsie y Rhinecliff, donde desde el tren puede observarse el famoso “Walkway Over the Hudson”, un puente elevado para peatones que cruza el río y despliega panoramas sobre colinas cubiertas de tonos cálidos en otoño.
Luego, al pasar por Hudson, el paisaje se envuelve de encanto rural: árboles frenando la mirada hacia las colinas de los Catskills, ríos y zonas arbóreas integradas con pueblos históricos. En esta localidad se pueden hacer paradas para caminar junto al río o visitar fincas patrimoniales como Olana, cuyo emplazamiento sobresale por la relación entre arte y naturaleza.
Uno de los trenes que cubren las rutas de Amtrak Vacations.
A medida que el tren avanza, toca la zona de Albany‑Rensselaer, la capital estatal, en la que la vegetación tiene su propio protagonismo incluso en parques urbanos como Washington Park. Desde lo alto del Corning Tower puede contemplarse una visión panorámica de los árboles que cubren los valles y las colinas.
Luego están Schenectady y Saratoga Springs: en Schenectady el campus de la universidad emerge entre arces y plátanos de sombra, y en Saratoga los parques y balnearios se mezclan con senderos invadidos por colores otoñales.
Al internarse más en el norte, el tren atraviesa Fort Edward y Whitehall, donde aparecen los canales de Champlain y senderos ribereños que regalan contrastes entre construcciones clásicas y bosques en transformación cromática.
Un poco más adelante, Ticonderoga aparece con su historia militar, pero el paisaje circundante –colinas, bosques y el espejo del lago Champlain– es lo que realmente sorprende. En el tramo entre Port Henry, Westport y Port Kent la imagen es casi de postal: el faro de Port Kent frente a los acantilados sobre el lago, con su reflejo en aguas tranquilas, y bosques que parecen incendiarse de color.
Un tren en ruta. ©Amtrak Vacations.
Cuando el tren alcanza Plattsburgh y Rouses Point, los campos abiertos y los bosques remanecientes se extienden hacia la frontera canadiense. Allí, el paisaje rural se vuelve suave, pero aún se siente la fuerza del follaje vibrante. Finalmente, la ruta culmina en Montreal. Al cruzar hacia Quebec el tren entra en una región agrícola salpicada de granjas y campos, con parques urbanos y Old Montreal como cierre elegante del viaje.
Lo singular de esta experiencia no es solo el itinerario, sino cómo combina naturaleza y cultura en movimiento. Ver el Hudson desde la ventana del tren, seguir el espejismo de un lago bordeado por árboles ardientes, atravesar valles y montañas sin bajarte del asiento: todo eso convierte a la ruta en una invitación, casi un acto poético, a redescubrir lo que creías saber de Nueva York.
El momento ideal para este trayecto es durante la temporada de follaje otoñal, entre finales de septiembre y mediados de octubre, cuando los colores alcanzan su punto álgido. En esos días, el recorrido puede reservarse dentro de un paquete denominado Adirondack Fall Foliage Rail Experience, que incluye paradas guiadas, alojamientos y actividades urbanas en Nueva York y Montreal.
Imágenes | Instagram gigi.nyc / Amtrak Vacations