Los alemanes han descubierto el tinto de verano y aseguran que es el nuevo Aperol Spritz

Una bebida sencilla, sin pretensiones y típicamente española se ha convertido en el nuevo culto estival en Alemania. Menos azúcar, menos postureo y más frescor

Tinto de verano
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Joana Costa

Editor

Que tiemble el Aperol Spritz. El cóctel más instagrameado de la última década empieza a perder posiciones, y lo hace frente a un rival con el que, hasta ahora, ni se planteaba competir. Si hay algo que no se esperaba en las terrazas alemanas este verano era el desembarco silencioso del tinto de verano.

Vino barato, hielo y gaseosa. Eso, y una rodaja de limón si hay suerte. Un básico de cualquier bareto que en verano se hace imprescindible tal y como reza su nombre. Un tinto, el que sea.

No lleva prosecco, no requiere jarras con fruta flotando ni se sirve con virguerías. Pero, quizás por eso mismo, ha encantado. Su aire relajado, su sabor directo y su estética sin artificios han convertido esta bebida de chiringuito en la favorita del momento. Tal como apunta el medio alemán Frankfurter Rundschau, es ya el “nuevo cóctel de culto que todos toman en lugar del Aperol Spritz”.

En tiempos de inflación y calor extremo, las bebidas complicadas pierden gracia. El tinto de verano llega como respuesta mediterránea al agotamiento europeo de los cócteles saturados. Su receta es tan simple como efectiva, y eso gusta tanto a los camareros como a los consumidores: menos tiempo perdido, más vasos llenos.

Según la prensa alemana, el fenómeno no es anecdótico. Lo sirven en fiestas privadas, lo recomiendan en redes sociales y empieza a colarse en cartas de bares alternativos. Y no solo en Berlín: también en Frankfurt, Hamburgo y Múnich. Para algunos es como beber vacaciones en España. La mezcla evoca algo conocido, amable y fácil de reproducir en casa con dos ingredientes accesibles.

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La victoria de lo sencillo

Mientras los cócteles de autor se sirven en copas imposibles con nombres impronunciables (y a precios desorbitados), el tinto de verano apela a otra cosa: la nostalgia del turista, la autenticidad de la terraza sin wifi y el deseo de algo fresco sin pretensiones, la pura sencillez.

No hay performance, ni espuma, ni sirope de yuzu. Solo vino tinto y gaseosa. Y eso, en un mundo cada vez más cansado de las apariencias, es su verdadero secreto y éxito. La autenticidad simple.

Su éxito también responde a una tendencia global: el regreso a lo esencial. Igual que vuelven los pantalones anchos, las cámaras analógicas o las comidas de cuchara, el tinto de verano representa una idea reconfortante de sencillez. Nada de filtros ni superalimentos. Solo una bebida que hace exactamente lo que promete: refrescar con honestidad.

Un camino ascendente

Lo que empezó como una curiosidad estacional podría acabar consolidándose como alternativa real y permanente. Y eso, sin duda, es la mayor victoria para una bebida nacida del ingenio más modesto.

El siguiente paso de interés será ver cómo reaccionan las marcas. Quizás la autenticidad de esta bebida trate de capturarse dentro de botellas o latas en tiendas gourmet y supermercados para servirse a manos de mixólogos berlineses. O podría haber un nuevo nicho de mercado para las empresas españolas que comercializan el tinto de verano envasado en nuestro país.

Foto | Carmen Tía Alia/DAP

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