Lo miramos cada día y lo ignoramos en su utilidad pasiva, y rara vez lo valoramos como pieza maestra del diseño de interiores. Objeto decorativo y aliado práctico, el espejo ha pasado de ser un recurso funcional a convertirse en un gesto estratégico. Colocado con intención, transforma las reglas del espacio totalmente.
No hay truco: solo ángulo, ubicación y luz. Los espejos bien pensados abren estancias, duplican ventanas, borran rincones sombríos y proyectan una sensación de amplitud sin recurrir a obras. El diseño contemporáneo los emplea como un arma silenciosa, pero poderosa. Su lenguaje es visual y espacial.
Dejemos atrás la idea de que un espejo solo pertenece al baño o a la entrada. En el dormitorio, salón o comedor, puede obrar milagros si se coloca con criterio. Los expertos coinciden: no se trata de llenar las paredes con reflejos, sino de utilizarlos como una extensión de la arquitectura. El resultado es coherente y sofisticado.
Multiplicador de los rayos de sol
Para empezar, lo esencial es entender cómo incide la luz natural en cada estancia. Colocar un espejo frente a una ventana multiplica los rayos de sol y rebota la claridad hacia zonas oscuras. La clave está en la alineación y orientación. Nada de improvisaciones: la luz reflejada puede incluso caldear visualmente ambientes fríos.
En salones pequeños, un espejo de gran formato (preferiblemente sin marco o con uno fino) ayuda a romper la sensación de encierro. La pieza actúa como una “segunda ventana” que expande el campo visual. Es una estrategia muy utilizada en diseño moderno, especialmente en viviendas urbanas donde el metro cuadrado escasea.

El pasillo, ese gran olvidado, también se beneficia del efecto espejo. Colocar uno al final, o en uno de los laterales, mitiga la sensación de túnel. Además, aporta un juego de perspectivas que hace que la casa parezca más extensa. Combinado con una iluminación tenue, crea un efecto elegante y escenográfico.
En dormitorios, hay que tener cuidado con las ubicaciones. Evitar que el espejo refleje directamente la cama es una recomendación clásica. No solo por supersticiones, sino porque puede resultar incómodo. En cambio, situarlo sobre la cómoda o frente a una fuente de luz indirecta suaviza el ambiente y aporta profundidad visual.
El comedor, en cambio, permite más juego. Un espejo grande, colgado en una pared lateral, puede duplicar la imagen de la mesa y aumentar la sensación de celebración y abundancia. En estancias formales, esta técnica se asocia con lujo y refinamiento, pero también puede adaptarse a estilos más rústicos o minimalistas.
Con formas decorativas
No hay que olvidar los espejos decorativos con formas geométricas o marcos originales. En estos casos, más que ampliar visualmente, se busca añadir textura e interés visual. Usarlos como una galería mural aporta dinamismo y se convierte en el punto focal de la estancia.
Por último, la seguridad: en hogares con niños o mascotas, los espejos deben fijarse firmemente a la pared o usarse con marcos acolchados o de madera resistente. No hay diseño que justifique un accidente doméstico de algo que puede despedazarse cruelmente con algunos golpes. La decoración inteligente es siempre también segura y funcional.
Fotos | Curtis Adams
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