Cada primavera, miles de hortelanos novatos inician la temporada con la esperanza de llenar su cocina de tomates caseros: es una meta anual y que además empieza, en muchos casos, con la siembra de las pepitas del tomate del año anterior, esa variedad que nos emocionó.
Sin embargo, a menudo terminan cosechando solo frustración, tallos torcidos y hojas como de parra. Lo que parecía un cultivo fácil se convierte en una jungla incontrolable.
La culpa rara vez es del clima o de la tierra. Lo que suele faltar es tijera. La poda, ese paso que tantos temen como si se tratara de cirugía mayor, es en realidad la clave para una tomatera sana y eficaz. Sin ella, la planta crece a lo loco, pero produce poco.
Hay que tener presente que podar no es mutilar, es dirigir. Al eliminar brotes secundarios y chupones, la tomatera concentra su energía en los tallos principales y en los frutos. Menos verde, más tomate. Y no, no hay que tener alma de jardinero zen para hacerlo bien: basta con saber por dónde cortar.
Competencia por los recursos
Y aquí hay que fijarse en los “chupones”: esos brotes rebeldes que aparecen entre el tallo principal y las hojas. Aunque parecen prometedores, lo único que hacen es competir por recursos. Quitarlos a tiempo es fundamental para evitar una planta descontrolada y débil.
La poda también reduce el riesgo de enfermedades, al permitir que la luz y el aire circulen mejor entre las hojas. Una tomatera aireada es menos propensa al temido mildiu y a otras plagas fúngicas. Sorprendentemente, es salud vegetal a golpe de tijera.
Conviene empezar cuando la planta es joven, y repetir cada semana. Si te olvidas un par de días, los chupones crecerán como adolescentes desbocados. Pero ojo: tampoco hay que pasarse. Quitar demasiadas hojas puede dejar los frutos expuestos al sol y arruinarlos. El equilibrio es la clave.

Para quienes buscan tomates todo el año, la poda es aún más clave. En cultivos protegidos o de interior, mantener la forma de la planta es esencial para prolongar su vida útil. Y en variedades indeterminadas, que crecen sin parar, el control es sinónimo de cosecha continua.
Además, una planta bien podada es más estética y manejable. Y eso no es poca cosa si el huerto está en una terraza o balcón. Porque sí, también existe el orgullo hortelano: nadie quiere un matorral de dos metros ocupando la parcela: a todos nos gusta lucir un buen huerto.
Foto | Frank Schrader y Helena Lopes
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