Hay ciudades que se recorren con los pies y otras que se descubren con el alma. Lugo pertenece a esta segunda categoría. Envuelta por una muralla que ha resistido siglos de historia, la más antigua de España conservada íntegra, la ciudad gallega invita a detener el tiempo y escuchar el eco de los pasos que la han transitado desde hace dos milenios. El rumor del Miño, los aromas de piedra mojada y vino joven, y el silencio templado de sus plazas al caer la tarde componen un paisaje que se mueve entre lo tangible y lo emocional.
Fundada por los romanos como Lucus Augusti, la urbe fue capital de la Gallaecia y uno de los principales enclaves del noroeste peninsular. Hoy sigue latiendo al ritmo tranquilo de una ciudad que mira al futuro sin renunciar a sus raíces. Aquí, el pasado no se visita: se vive. Se palpa en los sillares de la muralla, en las bóvedas de su catedral y en los restos de termas que aún respiran bajo el suelo.
Asentada sobre suaves colinas y abrazada por el río Miño, Lugo combina monumentalidad y sosiego. Sus calles estrechas, de trazado romano, se abren a plazas llenas de vida, donde los vecinos se saludan y los bares ofrecen generosas tapas con cada consumición. No hay prisa: el tiempo se diluye entre conversación y historia, entre el patrimonio y el pulpo recién cortado.
A lo largo del año, la ciudad se transforma con sus fiestas. Durante el Arde Lucus, en junio, los lucenses regresan simbólicamente al Imperio Romano: los legionarios desfilan, los artesanos recrean oficios antiguos y la muralla se ilumina con antorchas. En octubre, las Festas de San Froilán llenan de gaitas, ferias y romerías las calles, recordando el alma popular y devota de Galicia.
Festival Arde Lucus.
Pero, más allá de fiestas tan señaladas, Lugo es una ciudad vibrante, curiosa y sabrosa a la que echarle el guante en cualquier momento del año con una escapada completa en la que no falta patrimonio, historia y tapas, muchas tapas.
Día 1: El alma romana y medieval de Lugo
Mañana: tras las huellas del Imperio
Puerta de Santiago. ©Turismo de Galicia.
Nada mejor que empezar el viaje ascendiendo a la Muralla Romana de Lugo, símbolo y frontera del tiempo. Desde su adarve, el horizonte se abre en círculos de piedra que abrazan la ciudad vieja. Las torres y cubos se suceden como guardianes de una memoria intacta, mientras el aire húmedo de Galicia impregna la piedra con un brillo casi metálico. A medida que se camina, la vista alterna entre los tejados rojizos del casco antiguo y las avenidas modernas que rodean el recinto.
Muralla romana. ©Turismo de Galicia.
Bajando por la Porta de Santiago, la ciudad conduce hacia su corazón espiritual: la Catedral de Santa María, donde se entrelazan siglos de fe y arquitectura. El equilibrio entre la severidad románica y la luz del barroco crea un espacio recogido, donde los vitrales tamizan el día y la piedra parece respirar. Desde su fachada se adivina la calma de la Praza de Santa María, un rincón ideal para observar la vida cotidiana que bulle entre los pasos de los vecinos.
Puerta de San Pedro. ©Turismo de Galicia.
El itinerario prosigue hacia el Museo Provincial, instalado en el antiguo convento de San Francisco. Su claustro gótico invita a la pausa, mientras las salas revelan mosaicos romanos, capiteles medievales y piezas que narran la evolución de la ciudad. En su serenidad se siente la continuidad del tiempo: nada en Lugo parece del todo antiguo ni del todo nuevo.
Praza do Campo. ©Turismo de Galicia.
El mediodía encuentra su lugar en torno a la Praza do Campo, donde el pulso urbano se mezcla con el sabor. Las tabernas conservan la tradición de ofrecer tapas con cada vino, y entre conversaciones se percibe esa sociabilidad pausada que define al carácter gallego. El bullicio nunca es estridente: es un rumor amable, casi musical.
Capilla de San Roque. ©Turismo de Galicia.
Antes de concluir la mañana, merece la pena acercarse al Centro Arqueolóxico de San Roque, donde se conservan restos de una necrópolis romana. Allí, el visitante comprende la vida cotidiana de Lucus Augusti más allá del mito imperial: los objetos hallados, las lápidas y las urnas son un retrato silencioso de la humanidad que fundó la ciudad.
Museo Provncial de Lugo. ©Turismo de Galicia.
Comida: España, el templo de la carne
Abierto a principios del siglo XX, el restaurante España no es solo un referente culinario, sino también familiar, dirigido por la familia López desde sus inicios y que ha ido modelándose con los años desde los primeros compases hasta ser hoy un emblema, no solo de Lugo, sino en toda Galicia.
Sala del restaurante España.
En manos de Francisco y Héctor López, el España –como popularmente se conoce– ha adaptado la cocina de producto a las necesidades del restaurante, habiendo diseñado un gastrobar en la planta baja, perfecto para un picoteo y compartir la carta, y un comedor más gastronómico en el primer piso –con vistas a la muralla–.
Chuleta trinchada. ©Restaurante España.
Setas, arroces, mariscos más allá de las clásicas preparaciones a la plancha o cocidas y, sobre todo, un universo de carnes presiden la carta de un restaurante para homenajes donde, incluso, tienen cortes de carne de buey de su propiedad, concretamente de Finca Recelle.
Chuletas de buey de la Finca Recelle. ©Restaurante España.
Todo ello también ensalzado por una de las mejores bodegas de la provincia de Lugo en la que es fácil encontrar referencias de la zona, especialmente de Ribeira Sacra, que convierten al España en parada casi obligatoria.
Tarde: ecos de piedra y espíritu medieval
La tarde invita a un recorrido más íntimo por el casco antiguo. Desde la Praza Maior, presidida por el elegante edificio del Concello, parten calles empedradas que conducen a iglesias discretas, a patios escondidos y a plazuelas donde el tiempo parece haberse detenido. La Igrexa de San Froilán y el antiguo Monasterio de San Pedro conservan la austeridad de los templos gallegos: piedra desnuda, luz tamizada y silencio.
Plaza mayor de Lugo. ©Turismo de Galicia.
El paseo continúa hacia el Centro de Interpretación da Muralla, donde se profundiza en la historia de la fortificación y en el modo en que fue adaptándose a las distintas épocas. Desde sus ventanales, la muralla se percibe como un organismo vivo, capaz de integrar el bullicio actual sin perder su esencia.
Iglesia de San Froilán. ©Turismo de Galicia.
Cuando el sol comienza a declinar, conviene regresar al adarve. La luz del atardecer transforma el granito en un dorado cálido que contrasta con el verde de los prados circundantes. En ese instante, Lugo muestra su rostro más melancólico y hermoso: una ciudad suspendida entre el cielo y la piedra.
Catedral de Lugo. ©Turismo de Galicia.
De vuelta al centro, la Rúa da Raíña ofrece una atmósfera más animada. Sus restaurantes y tabernas reúnen lo mejor de la cocina lucense: producto fresco, vino de la Ribeira Sacra y conversación. El paseo nocturno puede concluir en la Rúa Nova, donde la música y las luces crean una estampa amable y acogedora, perfecta para despedir el día.
CENA: mesas de murallas hacia dentro
Croquetas de cecina y queso azul de Prebe.
Nuestras dos propuestas para comerse un Lugo algo más moderno las presentamos de murallas hacia dentro, como sucede con Prebe by Bret, el local que el chef Bret Fernández ideó en una sencilla calle peatonal en el casco viejo y que tiene lo mejor de varios mundos, como es habitual en Lugo: barra y salón, perfecto para el que solo quiera picar algo de pie o para el que prefiera sentarse.
Buenos mariscos y una buena selección de carnes y pescados, generalmente marchados a la brasa, son el termómetro con el que el chef sube la temperatura con una cocina con tintes de creatividad bien entendida que no esconden al producto. Y, sobre todo, bien guarnecidos por vinos de la tierra.
Jarrete estofado. ©Restaurante Paprica.
La otra parada céntrica que no podemos dejar de recomendar es el restaurante Paprica, que también vive en esa trinidad lucense que es capaz de ofrecer una terraza acogedora pensada para el verano, con vistas a la muralla, un bar más informal que permite cenas y comidas casuales y un salón, ya para quien decida sentarse a comer con algo más de calma.
Rape con espinacas y aceitunas. ©Restaurante Paprica.
De todo ello se encarga el chef Álvaro Villasante que, junto a su equipo, ha sabido encontrar el pulso perfecto a la ciudad, uniéndolo también con toques orientales, pero sin descuidar la calidad de la materia prima y rondando un ticket medio de 35 euros, que lo convierte en una propuesta más que interesante para el Lugo de hoy.
Día 2: El Lugo contemporáneo y el rumor del Miño
Mañana: parques, arte y vida actual
El segundo día amanece entre el verdor del Parque Rosalía de Castro, el pulmón natural de Lugo. Desde sus miradores, el valle del Miño se extiende en una neblina suave que parece brotar del río. Los senderos serpentean entre castaños y magnolios, y el aire fresco huele a hierba mojada. Aquí, el ritmo urbano se disuelve en la naturaleza, como si la ciudad respirara a través de sus árboles.
Una de las exposiciones temporales del museo. ©Museo Interactivo da Historia de Lugo.
A poca distancia, el Museo Interactivo da Historia de Lugo (MIHL) sorprende por su arquitectura contemporánea, semienterrada en el paisaje. Su interior propone un recorrido sensorial por la evolución de la ciudad: de los legionarios a los universitarios, del foro romano al parque tecnológico. Es una metáfora perfecta de la nueva identidad lucense, que integra pasado y modernidad con una elegancia tranquila.
El paseo continúa por el entorno de A Milagrosa, barrio dinámico y lleno de vida. Las calles, más anchas y luminosas, contrastan con el casco histórico, y los cafés y comercios locales reflejan la vitalidad de un Lugo que mira hacia el futuro. En el Mercado Municipal, los puestos de pan, queso y mariscos muestran el alma cotidiana de Galicia: autenticidad sin artificios.
Pazo episcopal. ©Turismo de Galicia.
Muy cerca, la Casa do Saber, vinculada a la Universidad de Santiago, acoge exposiciones temporales y conferencias que revelan el papel cultural que la ciudad desempeña hoy en Galicia. En sus salas, el arte contemporáneo dialoga con la historia, manteniendo viva la curiosidad que siempre ha definido a los lucenses.
Comida: de tapas por el centro
Lugo habla con voz propia en el mundo de las ciudades españolas donde tapear bien, rico y contundente es un arte y, además, a precios bastante comedidos. Todo un lujo que, generalmente, vas a encontrar en el casco histórico de la ciudad, aunque haya bares también que se salgan de esta zona, aunque también acercándonos a la zona de la universidad y al barrio de A Milagrosa vas a encontrar buenas opciones.
Pulpo a feira de Las Cinco Vigas.
Algunas paradas fundamentales si hablamos de tapear en Lugo las vamos a encontrar en Las Cinco Vigas, donde la tapa estrella es la ternera guisada al vino, aunque no se quedan atrás otras tentaciones como el chorizo a la sidra o la lengua en salsa y, aunque parezca rara, la ensalada de pasta. Algo que también sucede con el raxo con patatas del Ave César.
Templo con mayúsculas también es As 4 Rúas, una pulpería con todas las de la ley en la que la tapa estrella –como podéis imaginar– es el pulpo, perfectamente cocido, y con su patata, aunque no está solo y aquí también bordan el raxo, el morro en salsa y unas patatas bravas perfecta.
Huevo frito de Taberna Daniel.
Otro icono que ha convertido un humilde producto en su tótem es la Taberna Daniel, al que ya se ha apodado coloquialmente como 'la del huevo' y es que han conseguido sublimar el huevo frito al punto de que es difícil resistirse a la tentación de esta sencilla tapa. Aparte, tienen una carta sobre la que merece la pena reparar, especialmente cuando hablamos de pulpo o de empanadas.
No obstante, estas son solo unas pocas paradas que puedes encontrar por todo Lugo, una ciudad en la que, si te lías un poco, es posible que estés las 48 horas sin sentarte a comer en un restaurante.
Tarde: el Miño, espejo de la ciudad
La tarde abre su escenario junto al río Miño, ese hilo de agua que ha sido testigo del nacimiento y crecimiento de Lugo. El Paseo Fluvial bordea la orilla bajo un dosel de álamos, y el murmullo del agua acompaña cada paso. A medida que se avanza, la ciudad se desdibuja y el paisaje gana protagonismo: molinos restaurados, aves que planean sobre el cauce, reflejos que cambian con la luz.
Iglesia de Santa María A Nova. ©Turismo de Galicia.
El Puente Romano, con sus arcos de piedra, une las dos orillas como si tejiera un puente entre siglos. Cruzarlo es volver, por un instante, al Lucus Augusti original. Desde su centro, las vistas del río al atardecer son una de las postales más serenas de Galicia.
Tras la caminata, el itinerario puede prolongarse hacia el Espazo Carme, un centro de arte contemporáneo ubicado en la antigua iglesia de A Nova. Este espacio, gestionado por la Diputación, es una de las joyas culturales menos conocidas de Lugo: aquí se presentan exposiciones de fotografía, escultura y pintura actual en un diálogo fascinante con la arquitectura religiosa del edificio. La mezcla de modernidad y pasado sagrado resume a la perfección el espíritu de la ciudad.
Balneario de Lugo. ©Turismo de Galicia.
Otra alternativa es regresar al centro y visitar la Sección de Arte Contemporáneo del Museo Provincial, donde se exponen obras de artistas gallegos de los siglos XX y XXI. Las salas luminosas y el ambiente tranquilo ofrecen un contrapunto ideal al bullicio del casco histórico.
Junto al Miño, el Balneario de Lugo, heredero de las antiguas termas romanas, mantiene viva la tradición del bienestar. El vapor que brota del agua termal parece fundirse con la bruma del río, creando una atmósfera casi onírica. Aquí, el pasado se hace presente, pero ya no como ruina, sino como placer.
CENA: mesa, mantel y producto
El restaurante Campos es otro icono en el centro de la ciudad que considero una apuesta a caballo ganador. Abierto a principios de la década de 1950, se ha convertido desde entonces en uno de esos templos de producto donde no solo se trabajan muy bien los puntos y se recibe lo mejor del mar y de la tierra, sino que también han sabido ir adaptándolo.
Habas de Lourenzá con almejas.
Todo por cuenta de la familia Vázquez Yáñez, cuya tercera generación ya está el frente de un establecimiento que merece una visita por sí mismo. No te pierdas los mariscos a la plancha como navajas y almejas, pero tampoco dejes atrás la cuchara (su crema de nécoras es de las mejores que vas a encontrar en el norte de España) y haz algo de hueco para los principales.
Bogavante frito del restaurante Campos.
Reino del bogavante, lo bordan en arroz caldoso, pero también frito –la especialidad de la casa–, preámbulo de carnes de primera para un local que no es solo sabroso, sino también bonito y al que yo no dejaría de ir en Lugo.
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