Cuando se piensa en unas vacaciones en Gran Canaria, lo primero que suele venir a la mente son sus playas de postal y las animadas localidades costeras. Imágenes de arena dorada y aguas cristalinas aparecen enseguida: la extensa Playa del Inglés, las dunas infinitas de Maspalomas, la tranquila Playa de Amadores o la coqueta Playa de Mogán.
Junto a estas, pueblos con encanto junto al mar como Puerto de Mogán, conocido como la “pequeña Venecia”, o Agaete, con su peculiar piscina natural de Las Salinas, completan el imaginario más habitual del viajero.
Sin embargo, Gran Canaria es mucho más que su costa. Su interior, montañoso y lleno de contrastes, ofrece una experiencia completamente distinta. Aquí no hay grandes multitudes ni el bullicio típico del turismo de sol y playa.
Lo que encontramos es un ritmo más pausado, pequeños pueblos detenidos en el tiempo, paisajes de vértigo entre barrancos y valles, y una naturaleza en estado puro. Lugares como Artenara, el pueblo más alto de la isla; Valleseco, con su sorprendente vegetación; o San Mateo, famoso por su mercado agrícola, son perfectos ejemplos de un turismo más auténtico y cercano.
Hoy nos detenemos en uno de estos tesoros del interior: el precioso pueblo de Tejeda. Situado en el corazón montañoso de la isla, este pequeño municipio es considerado por muchos como uno de los más bonitos de España.
Qué hacer en Tejeda
Se encuentra a unos 44 kilómetros de Las Palmas de Gran Canaria. El trayecto en coche dura aproximadamente una hora y discurre por una carretera que serpentea entre barrancos, pinares y miradores espectaculares.
Tejeda es un pueblo blanco, encaramado a las laderas de un valle que parece abrazarlo. Está rodeado por montañas y dominado por dos formaciones rocosas emblemáticas: el Roque Nublo y el Roque Bentayga.

Con poco más de 1.900 habitantes, este pueblo fue fundado en el siglo XVII y desde entonces ha mantenido intacto su carácter tradicional. Sus casas encaladas, sus calles estrechas y empedradas y sus balcones de madera decorados con flores crean una estampa que parece sacada de un cuadro.
Caminar por Tejeda es un placer sencillo pero inolvidable. A cada paso, se abre una vista nueva: un barranco profundo cubierto de vegetación, una cima recortada contra el cielo, una casa encalada que brilla al sol.
El centro del pueblo está muy bien conservado y cuenta con algunos puntos de interés como la iglesia de Nuestra Señora del Socorro, de estilo neoclásico, o el Museo de Esculturas de Abraham Cárdenes, artista local que rinde homenaje a las formas volcánicas de la isla.

La gastronomía también es parte del atractivo. Tejeda es famosa por sus dulces de almendra, como el bienmesabe, y por sus productos locales: quesos artesanos, miel de montaña, frutas de temporada y vino. Los restaurantes del pueblo ofrecen platos tradicionales canarios en terrazas desde las que se puede contemplar el mar de nubes, un fenómeno frecuente en esta zona alta de la isla.
Pero si hay algo que convierte a Tejeda en un destino ideal, es su entorno natural. El municipio está enclavado dentro de la caldera de Tejeda, un antiguo cráter volcánico, y forma parte de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria. Es, por tanto, un punto de partida excelente para el senderismo y el turismo activo. Hay rutas para todos los niveles, desde paseos suaves hasta exigentes caminatas de montaña.

Una de las rutas más populares es la que sube hasta el Roque Nublo, uno de los símbolos de Gran Canaria. El camino parte desde La Goleta y permite alcanzar este monolito volcánico tras una caminata de unos cinco kilómetros entre pinos y roca volcánica.
Otra opción es el sendero que lleva hasta el Roque Bentayga, que atraviesa paisajes de gran valor arqueológico, con antiguos grabados rupestres y restos de viviendas aborígenes. También se puede recorrer el sendero circular que parte desde el propio Tejeda y bordea parte de la caldera, con vistas panorámicas espectaculares.

El mejor momento para visitar Tejeda es entre los meses de febrero y abril, cuando florecen los almendros. Durante esas semanas, el paisaje se cubre de blanco y rosa, y el pueblo celebra su famosa Fiesta del Almendro en Flor.
Sin embargo, cualquier época del año es buena para descubrirlo. En verano, las temperaturas son suaves y agradables; en invierno, aunque hace más frío, la tranquilidad y el cielo limpio de las cumbres compensan con creces.
Imágenes | Hola Islas Canarias