Este pueblo de Extremadura lo tiene todo: desde uno de los mejores conjuntos históricos de la región hasta reserva Starlight

Fregenal de la Sierra, en el suroeste de la provincia de Badajoz, es un tesoro arquitectónico, cultural y gastronómico de primer orden

Fregenal Sierra
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Jaime de las Heras

Editor Senior
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Jaime de las Heras

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Extremadura a menudo queda al margen del radar turístico nacional. Muchos se lanzan a explorar la costa, las grandes capitales o los paisajes del norte, sin detenerse a pensar en lo que esta tierra serena y poderosa puede ofrecer. 

Y, sin embargo, aquí se alzan ciudades que impactan desde el primer paso: Mérida, con sus teatros romanos aún en pie; Cáceres, donde cada esquina parece un decorado medieval. 

Pero también están sus pueblos, algunos suspendidos en el tiempo, como Guadalupe, con su monasterio enmarcado por montañas; Robledillo de Gata, hecho de pizarra y rumor de agua; o Trevejo, con su castillo en ruinas dominando el horizonte. Lugares que, más allá de la postal, respiran autenticidad. Y entre ellos, hay uno que no sólo guarda un pasado milenario, sino que también invita al viajero a detenerse bajo cielos estrellados: Fregenal de la Sierra.

En el extremo suroeste de Badajoz, ya casi rozando tierras andaluzas, Fregenal se asienta en las estribaciones de Sierra Morena. No es un pueblo que grite para llamar la atención.

Más bien susurra, como esos secretos que solo se cuentan al oído. Se presenta al visitante con una sobriedad elegante, con calles que siguen la curva del terreno y casas encaladas que relucen bajo el sol de mediodía. Pero bajo esa apariencia tranquila se esconde una historia que va mucho más allá de lo que uno espera encontrar en un pueblo de menos de cinco mil habitantes.

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Qué hacer en Fregenal de la Sierra (Badajoz)

Hero 1 Silueta del castillo de Fregenal de la Sierra con las torres de las iglesias cercanas destacadas.

El alma más antigua de Fregenal se descubre a las afueras, en un cerro que mira hacia la llanura. Allí reposan los vestigios de Nertóbriga Concordia Iulia, una ciudad prerromana que luego Roma hizo suya. No hay carteles luminosos ni accesos asfaltados que conduzcan hasta ella: el camino se hace a pie, entre encinas y jaras, siguiendo señales humildes. 

El lugar parece elegido por los dioses: desde lo alto, se ve el horizonte sin obstáculos. Entre piedras dispersas y estructuras aún reconocibles, se pueden imaginar los días en que las calles de Nertóbriga bullían con comerciantes, soldados y sacerdotes. Hoy, en cambio, solo hay viento, silencio y la promesa de un cielo limpio cuando cae la noche. Pocos lugares tan cargados de historia ofrecen esa paz rotunda.

Nertobriga 04 Parte de las ruinas de Nertóbriga, en Fregenal de la Sierra.

De vuelta en el pueblo, el tiempo da otro salto, esta vez al medievo. Fregenal fue tierra templaria, y su castillo lo recuerda en cada torre, en cada piedra bien asentada. Pero lo que hace único este castillo no es solo su historia: dentro de sus muros se construyó una plaza de toros. Además, dentro del castillo está también el mercado de abastos. 

Resulta insólito entrar por un arco del siglo XIII y encontrarse, de pronto, con un ruedo. Esa convivencia entre lo antiguo y lo tradicional define muy bien la personalidad del pueblo. Aquí la historia no se contempla desde la distancia: se vive, se pisa.

Claustro Del Convento De San Francisco Claustro del Convento de San Francisco, en Fregenal de la Sierra.

No muy lejos del castillo se levantan varias iglesias que hablan de la importancia religiosa que tuvo Fregenal durante siglos. La de Santa Ana guarda en su interior un retablo de gran belleza, y la de Santa María la Mayor asombra por su sobriedad. 

Pero hay un rincón aún más especial: el convento de Nuestra Señora de la Paz. Tras sus muros viven monjas de clausura que dedican sus días al silencio, la oración y a elaborar dulces con recetas heredadas. 

Iglesia de Santa María de la Plaza Fachada de la monumental Iglesia de Santa María de la Plaza, en Fregenal de la Sierra.

Hay algo profundamente evocador en acercarse a la pequeña puerta del convento y comprar, casi en susurros, una caja de polvorones o pastas. Son sabores que parecen venir de otro tiempo, y que devuelven, al menos por un momento, la lentitud perdida.

Polvoron De Almendra Polvorones de almendra de las Madres Agustinas de Fregenal de la Sierra.

Fregenal también invita a explorar su entorno. La naturaleza aquí no es grandilocuente, pero sí acogedora. Senderos serpentean entre encinares y dehesas, y en otoño, los caminos se llenan de hojarasca y aire fresco. Uno de los trayectos más sugerentes es el que lleva desde el pueblo hasta las ruinas de Nertóbriga, atravesando un paisaje que cambia con la luz del día. 

Cielo Estrellado En Fregenal De La Sierra Cielo estrellado en Fregenal de la Sierra.

Quienes buscan una experiencia más activa pueden seguir rutas que ascienden por las sierras cercanas o simplemente pasear al anochecer, cuando el cielo se enciende con estrellas. Fregenal está en una zona con baja contaminación lumínica, y eso convierte cada noche clara en un espectáculo.

El mejor momento para dejarse caer por aquí es, probablemente, en primavera u otoño. En esas estaciones, el campo revive y las temperaturas invitan a caminar, a sentarse en una terraza, a perderse sin prisa.

Camarin Del Santuario De La Virgen De Los Remedios Camarín del Santuario de la Virgen de los Remedios.

 Si se quiere añadir un punto dulce a la visita, conviene saber que en otoño suele celebrarse un mercado de dulces conventuales que reúne a conventos de toda Extremadura y parte de Andalucía. Es una cita deliciosa que mezcla tradición, religiosidad y gastronomía.

Fregenal de la Sierra no es un pueblo de escaparate. No compite en griterío ni se disfraza de lo que no es. Pero precisamente por eso se queda grabado en la memoria. 

Sus ruinas milenarias, su castillo con plaza interior, sus dulces de clausura y sus cielos limpios construyen una experiencia que no se olvida con facilidad. Y para quienes buscan algo distinto, algo que no se parezca a ningún otro destino, es el lugar perfecto. Solo hay que dejarse llevar por sus caminos, por sus silencios, y mirar al cielo cuando caiga la noche. Ahí empieza el verdadero viaje.

Imágenes | Turismo de Fregenal de la Sierra

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