Hay quien dice que no has estado en Ourense si no has pasado por el Bar Pepinillo. Puede que sea una exageración, pero es verdad que el de este bar histórico es uno de esos nombres que todo el mundo te repite cuando preguntas qué sitios no deberías dejar de visitar en la ciudad. Ahí salen la catedral, la fuente termal de As Burgas, los bares de la zona de Os Viños y, por supuesto, el Pepinillo.
Corría el año 1946 cuando abrió un pequeño local, el Laurel, que se dedicaba fundamentalmente a servir vinos a granel. Tal como era frecuente entonces, y como siguen manteniendo en la actualidad algunos furanchos en la zona de la costa, el negocio anunciaba la llegada de vino nuevo colgando una rama de laurel en su puerta.
El rótulo del Bar Pepinillo es ya un emblema de la ciudad de Ourense.
Poco después, la oferta empezó a complementarse con bocadillos. Al principio solamente bocadillos fríos, ya que la plancha que hoy es la reina del negocio, no llegó hasta mediados de los años 70. Y con ellos llegaron los pepinillos encurtidos, el producto emblema del local que se cuela en buena parte de sus recetas.
El boca a boca hizo lo demás para convertirlo en una referencia en la ciudad. Y hoy, ocho décadas más tarde, ese pequeño rótulo verde que se adivina desde la Rúa Progreso, la principal arteria de la ciudad, en el arranque de la cuesta de Reza continúa siendo el reclamo al que pocos son capaces de resistirse.
La plancha del Pepinillo trabaja sin descanso.
¿Cuál es el secreto del éxito? Probablemente son dos: el primero de ellos es haber sabido mantener las cosas sencillas. En una época en la que reinan -no sabemos por cuanto tiempo, también es verdad- las hamburguesas cubiertas de capas y más capas de sabores espesos y dulzones, en las que parece caber de todo, de crema de lotus a salsa de pistacho, de copos de maíz a mantequilla de cacahuete, los bocadillos del Pepinillo se mantienen en lo básico, en lo esencial. Son, desde ese punto de vista, bocadillos de vieja escuela, un contrapunto a modas efímeras que se basa en productos, rapidez y sencillez para convertirse en un clásico atemporal.
La otra gran baza de este negocio es, sin duda, el ambiente siempre animado. En fin de semana y a última hora de la tarde el Pepinillo es uno de esos locales en los que hay que hacerse un hueco en la barra, hacer tu pedido y buscar un rincón en el que apoyar tu bebida mientras esperas, codo con codo con otros clientes, a que salga tu bocata. El ambiente es siempre animado, la clientela habitual se combina con quien llega de fuera atraído por la fama y las recomendaciones. Los bocadillos salen de la plancha a un ritmo endiablado y todo encaja para convertir al Pepinillo en el mito local que ya es.
Las pancetas terminan de curarse en el local.
En la carta, todo un mundo de opciones para elegir. Más de 50 bocadillos diferentes que se organizan en tres secciones. En la primera están los bocadillos calientes, los reyes de la oferta: panceta con queso y pepinillo; pechuga de pollo, queso, tomate y pepinillo; pepito de ternera con queso y pepinillo o el mítico Felipito, que consiste en una combinación de panceta y salchichas a las que se les puede añadir queso y pepinillos, claro, para convertirlo en un Felipito Extra.
En la sección de bocadillos fríos es frecuente la combinación del encurtido emblema de la casa con conservas: sardinas con pepinillos, anchoas con queso y pepinillos, mejillones y pepinillos, aunque hay también otras opciones, como el bocadillo vegetal o el bocadillo de queso con membrillo, el más goloso de la carta.
El tercer apartado es el que incluye los bocadillos con queso de Arzúa-Ulloa, que se combinan con todo tipo de ingredientes: panceta, jamón, chorizo gallego a la plancha, filete de ternera o de pollo… Aquí se encuentra el gran clásico, el bocadillo que lleva medio siglo en carta: queso de Arzúa-Ulloa, anchoas y pepinillos. Y a todos les puedes añadir, si quieres, pimiento morrón o guindillas encurtidas.
La estética de un bar de siempre es una de las señas de identidad del Pepinillo.
Si quieres algo ligero para picar, más pepinillos: solos, acompañados de anchoas o junto con guindillas. Y no te preocupes, si no eres fan de los pepinillos, la carta tiene también alternativas para ti, bocadillos como los de lomo con queso, sardinas con anchoas o jamón pasado por la plancha y queso de Arzúa-Ulloa.
Los reyes de la oferta del local son, sin duda, los pepinillos, encurtidos que compran desde hace años a una empresa de Benavente y que ellos conservan durante unos días en su propio vinagre, para darles el toque de la casa, antes de servirlos. Llegan a consumir más de 700 kilos al año. Muy cerca está la panceta doble, presente en muchas de sus recetas, que compran a un proveedor catalán y terminan de curar en el local.
No hace falta más para que la fama perviva y para que el éxito del negocio siga siendo el mismo desde hace décadas. El Pepinillo es más que un bar, es una señal de identidad de la ciudad. Y sus bocadillos son ya parte del patrimonio gastronómico de un Ourense que ha sido tradicionalmente la ciudad más desconocida de Galicia por parte de los visitantes y que hoy se reivindica como un destino gastronómico de primer orden gracias a sus restaurantes con estrella Michelin o sol Repsol, pero también debido a un nutrido grupo de locales tradicionales, basados en ofertas clásicas, que han sabido mantenerse a lo largo del tiempo.
Da igual que tengas 20 años o 70, que te acerques después de una jornada intensa de trabajo, antes de un concierto o que estés de paso por la ciudad y entres a curiosear. El pepinillo tiene algo para ti, una oferta que se mueve entre los 2,50 y los 6€ y que convoca a diario a todo tipo de clientes entre los que el único elemento en común es, quizás, las ganas de disfrutar de una oferta sencilla, clásica y sabrosa. Y el amor por los pepinillos, claro.
Bar Pepinillo
- Dónde: Rúa de Reza, 5. Ourense
- Horarios: cierra sábados y domingos.
- Contacto: 988 22 53 38