El pueblo verde de Asturias perfecto para huir del calor: no llega a los 30 grados y está repleto de naturaleza

En el Occidente del Principado se encuentra un pueblo que ha hecho de ríos, cuchillos y montes su razón de ser

Taramundi Asturias
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Jaime de las Heras

Editor Senior
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Jaime de las Heras

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A medida que las olas de calor se adueñan de la península ibérica y las ciudades se convierten en hornos donde el asfalto parece derretirse, encontrar un rincón donde no se superen los 30 grados a lo largo del día se vuelve casi una misión imposible. Agosto llega con sus cielos abrasadores y noches pesadas, y en muchas zonas de España dormir sin aire acondicionado es un lujo impensable.

Pero, mientras el termómetro arde en el sur, en el interior de Asturias aún sobreviven lugares que parecen suspendidos en otra estación. Pequeños pueblos encajados entre montañas y bosques, donde el tiempo corre más despacio y el calor no se atreve a entrar.

Uno de esos refugios se llama Taramundi, y es una joya verde escondida entre la niebla y el silencio.España está llena de recursos naturales que invitan a viajar sin necesidad de sufrir. Desde los barrancos frescos del Pirineo hasta las playas salvajes del Cantábrico, pasando por cuevas húmedas, cascadas secretas o pueblos a más de mil metros de altitud.

Pero pocos lugares reúnen tantas cualidades como los que habitan la Asturias más occidental, donde la naturaleza no se ha dejado domesticar del todo y los veranos aún se pueden disfrutar sin prisa.

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Qué hacer en Taramundi (Asturias)

Taramundi es un ejemplo perfecto: un pueblo que no solo resiste al calor, sino que parece ajeno a él, como si viviera en su propio clima.Ubicado en la comarca de Oscos-Eo, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, Taramundi se sitúa a tan solo una hora del mar Cantábrico, pero su paisaje y su atmósfera lo alejan de cualquier tópico costero.

Es un pueblo montañoso, rodeado de bosques caducifolios, atravesado por ríos de aguas claras y con una arquitectura que parece salida de un cuento de niebla. Aquí, incluso en pleno agosto, las temperaturas raramente superan los 27 grados. Las noches invitan a arroparse, y los días se pueden caminar sin temer al sol. Es un lugar pensado para pasear sin mirar el reloj, para escuchar el sonido del agua o el crujir de las ramas bajo los pies.

El casco urbano de Taramundi conserva su esencia rural con una dignidad admirable. Las casas de piedra y pizarra, las fuentes escondidas, los hórreos cubiertos de musgo. Todo habla de una forma de vida que no se ha rendido al turismo rápido. Entre los imprescindibles, destaca el Conjunto Etnográfico de Os Teixois, una pequeña aldea perfectamente conservada donde aún funcionan antiguos ingenios hidráulicos: un mazo, un molino, una rueda de afilar…

Ruta Teixo Os Teixois Ruta Teixo - Os Teixois. ©Turismo de Taramundi.

Todos movidos por el mismo río que atraviesa el valle. También merece una visita el Museo de la Cuchillería, donde se explica la tradición local de fabricar navajas, y donde todavía hoy se pueden ver a los artesanos trabajando, entre chispas y metal bruñido. Pero Taramundi no se limita a lo que se ve. Se vive, sobre todo, caminando.

Su red de senderos es amplia, variada y siempre verde. La Ruta del Agua, una de las más populares, es un recorrido circular de unos 14 kilómetros que une varias aldeas, salpicadas de molinos y rodeadas de bosque. El sendero cruza puentes de madera, bordea ríos y se sumerge en paisajes donde el tiempo parece detenido.

Molinos Molinos de Taramundi. ©Turismo de Taramundi.

Más corta, pero igualmente hermosa, es la Senda de los Ferreiros, que conecta Taramundi con la aldea de Bres. En apenas ocho kilómetros ida y vuelta, uno puede atravesar hayedos, castañares y prados donde el silencio solo lo rompen las campanas del ganado.Los concejos vecinos también ofrecen caminos que valen la pena. En Santa Eulalia de Oscos, la Ruta de la Seimeira lleva hasta una cascada escondida entre árboles centenarios.

Es un paseo fácil, de apenas seis kilómetros, y cada curva regala una postal distinta. En San Martín de Oscos, el Camino de la Coba se interna por antiguos caminos empedrados, con vistas al valle y tramos que parecen extraídos de una novela de aventuras. Aquí, caminar no es solo ejercicio. Es una forma de entrar en contacto con un mundo más pausado, más sensato, más humano.La mejor época para dejarse caer por Taramundi es, sin duda, el verano. Pero no ese verano de sombrillas y arena caliente.

Taramundi Conjunto etnográfico de Teixois. ©Turismo de Taramundi.

Es un verano de mañanas con rocío, de siestas bajo un árbol, de cenas con jersey ligero y conversación tranquila. El aire es limpio, los ritmos lentos y la gastronomía reconfortante: embutidos caseros, quesos artesanales, panes de leña, sidra que baja sola. Y, sobre todo, la sensación de haber encontrado algo que cada vez cuesta más: un lugar donde no hace falta escapar del calor, porque simplemente no llega.

Taramundi no es solo un destino. Es un refugio para quienes buscan otra manera de vivir el verano. Un lugar donde aún se puede respirar hondo, caminar sin sudar y dormir sin ruido. Un pueblo donde el verde no se marchita y el sol calienta sin quemar. Un pequeño milagro asturiano que resiste, discreto, al ritmo frenético del mundo.

Imágenes | Turismo de Asturias / Turismo de Taramundi

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