Seguro que la situación te resulta familiar: abres la carta de un restaurante y te invade la indecisión. Quizá todo te suena apetecible o justo lo contrario, nada te llame mucho la atención, puede que por desconocimiento absoluto de los platos. Empiezas a sentir la presión de decidir cuando llega el camarero dispuesto a tomar nota. Y entonces se te ocurre consultarle. Error.
El problema no está tanto en solicitar ayuda del personal de sala, cuya función es que el cliente reciba el mejor servicio y se sienta cómodo y bien tratado, sino en qué le vamos a preguntar exactamente. Porque una de las cuestiones que más reciben los camareros y que más detestan es, precisamente, “¿Qué me recomienda?”.
Parece una pregunta inocente y oportuna, pero esconde peligros. “Es difícil cuando alguien me pregunta qué le recomiendo, porque mi paladar puede que no coincida con el suyo”, explica a Serious Eats Ronnie, camarero de un bistró neoyorquino. Es decir, sus gustos no tienen porqué ser iguales a los tuyos, podrían, de hecho, ser totalmente distintos. Y aunque su recomendación sea sincera, entusiasta y hecha con todas las buenas intenciones, podrías terminar con un plato que aborrezcas.
Un buen profesional sabe que es una pregunta capciosa y preferirá indagar un poco en tus gustos o apetencias antes de recomendarte algo a ciegas, para tener alguna pista sobre qué elección sería la idónea para ti.
Sí puede ayudar preguntar por la especialidad del local, pero no tanto por los platos más populares, famosos o por lo que más se pida; de nuevo, tu gusto podría ser muy diferente al de la mayoría. Un buen camarero se sentirá más cómodo explicando las especialidades y el por qué de la cocina o del chef en particular, y no simplemente señalando algo como “esto nos lo piden mucho”.
Y si un camarero te recomienda algo más concreto, no hay que sospechar de malas intenciones detrás. Salvo que sea un mal profesional y el restaurante un negocio deshonesto, no querrán colarte nada de lo que se quieran deshacer ni tampoco, necesariamente, lo más caro de la carta, salvo que estén convencidos de que es una buena elección que podría gustarte.
El personal de sala está para ayudar y siempre es más recomendable preguntar nuestras dudas que lanzarnos a la piscina sin saber qué pedir, arriesgándonos a llevarnos un disgusto. Pero tampoco es justo descargar en él toda la responsabilidad de nuestra experiencia con su cocina.
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