Adiós, cocina, adiós

Adiós, cocina, adiós
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Me mudo, me cambio de casa, a una que puedo llamar mía. Estoy contento e ilusionado, pero cuando el otro día empaqueté la vajilla y vacié los cajones de cubiertos, sartenes y utensilios varios, no pude evitar que una lágrima resbalara por mi mejilla. Adiós, cocina, adiós.

Hemos vivido mucho en estos cuatro años juntos. Aún me parece ayer cuando discutía con los obreros, el carpintero y mi casero mientras te montaban —el porqué la diseñé yo es una historia muy larga— y hoy tengo que despedirme de ti, no sin antes echar la mirada atrás para recordar los buenos momentos que hemos compartido.

Adiós cocina - 3

Mi primera receta, unos discretos espaguetis

Aunque por aquel entonces yo aún no escribía aquí, en Directo al Paladar, ni tampoco siquiera en un blog personal de gastronomía, tenía claro que quería una cocina grande y cómoda. Es un lugar en el que se pasa mucho tiempo, y donde la escasez de espacio se paga muy cara.

Así, sacrifiqué la mesa del comedor —el espacio para mi salón-comedor-cocina era de 20 metros cuadrados— y la sustituí por una barra de tres metros de largo con sitio para que cuatro personas comieran tranquilamente, pero que al mismo tiempo me proporcionara un lugar de trabajo envidiable, con sitio para poder manejarme con soltura y, a la postre, el lugar perfecto para hacer fotos y grabar vídeos.

Adiós cocina - 2

Sin esa barra tan bien iluminada, no hubiera podido hacer mis característicos bodegones

Estoy seguro de que, aunque mi nueva cocina también la he diseñado a mi gusto —ya os la enseñaré—, pensando en todas las necesidades que tenemos los blogueros gastronómicos (sobre todo, luz y espacio), voy a echar de menos esa gran barra continua.

Su color oscuro, que era el fondo perfecto donde presentar los ingredientes, sus 80 centímetros de ancho y, sobre todo, que estuviera colocada frente a una gran ventana para hacer las fotos con luz natural. Sobre ella fotografíe mi primera receta en Directo al Paladar, unos discretos espaguetis picantes con champiñones allá por el 2009, aunque también ha sido testigo de grandes manjares como el arroz meloso de rojos (carabineros) que podéis ver en el vídeo.

Claro que también tenía sus pegas, pues nunca le cogí el punto a las paellas en esa dichosa vitrocerámica, y la pila era muy pequeña para fregar la cantidad de cacharros y platos que mancho con cada receta. Pero aún así, se me hace un nudo en el estómago pensar que ya no voy a cocinar más en ella, que nunca más sentire el frío tacto de su encimera mientras busco el ángulo perfecto para la foto.

Parece increíble que uno pueda echar en falta un lugar, tratándose nada más que de materiales inertes, que no tienen sentimientos. Es absurdo, pero es como si al irnos desaparecieran tras nosotros todos los momentos vividos, quizás tiene algo que ver con el sentimiento que te invade cuando, tras un precioso atardecer, el sol desaparece definitivamente en el horizonte, dejándote con el regusto amargo de que, aunque sabes que habrá otros, nunca verás uno como ese.

Por eso, y mucho más, me despido de ti con todo el cariño del mundo. Adiós, cocina, adiós.

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