Cómo plantar cherrys: el tomate más dulce es fácil de cultivar en casa y cabe en cualquier rincón

Son sabrosos, decorativos y caben en una jardinera. Cultivar tomates cherry en casa es fácil, barato y mucho más satisfactorio que comprarlos envasados

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Joana Costa

Editor

En el reino de los cultivos domésticos, hay pocos más agradecidos que el tomate cherry. Mientras otras plantas se toman su tiempo o exigen una ingeniería botánica, esta variedad crece con ganas, da fruto rápido y convierte cualquier balcón en una pequeña huerta gourmet.

El tomate cherry tiene algo de juguete: es pequeño, redondo, brillante y parece más un snack de diseño que un vegetal. Pero detrás de su apariencia amable hay un cultivo productivo y resistente, ideal para jardineros con poco espacio o paciencia limitada.

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No hace falta un jardín

Y lo mejor de todo es que no es necesario un jardín. Basta una maceta, una terraza, un rincón soleado y ganas de ensuciarse las manos. Eso sí, como toda planta, el tomate cherry agradece ciertos cuidados. Si se los das, te lo devuelve en racimos sabrosos.

Elige un recipiente profundo (mínimo 30 de centímetros), con buen drenaje. Usa tierra rica en nutrientes, mejor si es específica para hortalizas. Añade perlita si quieres mejorar la aireación y evita que las raíces sufran por el exceso de agua estancada.

Al menos seis horas de sol

La exposición al sol es clave: al menos 6 horas de luz directa al día. Si el lugar elegido no tiene suficiente sol, la planta crecerá, sí, pero no fructificará bien. La luz es el motor que transforma las flores en tomates dulces y la planta en una máquina de producción.

El riego debe ser regular pero sin charcos. Dos o tres veces por semana suelen bastar, aunque en verano conviene revisar a diario. Un truco para salir de dudas: tocar la tierra. Si está seca a dos centímetros de profundidad, es momento de regar sin miedo.

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A medida que crece, la planta necesitará tutores o jaulas de sujeción. No por estética, sino por necesidad: los tallos son frágiles y los frutos pesan. Además, al levantar los tomates del suelo, se evita que se pudran por el contacto directo con la humedad.

Y cuando llegue el momento de la cosecha, la recompensa será doble: tomates dulces, frescos y cultivados con tus propias manos. Una variedad que no solo alimenta, también decora y conecta con el lado más natural y sencillo del hogar.

Foto | Ralph y  Polina

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