La lavanda está en plena floración, pero si quieres que salga aún más lustrosa tienes que podarla de esta manera

Una poda ligera a principios de julio permite a la lavanda regenerarse y ofrecer una segunda oleada de floración, más intensa y duradera

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Joana Costa

Editor

La lavanda no solo se cultiva por su aroma. Es también un marcador estacional, una especie de reloj vegetal que nos recuerda que el verano está en su pico. Pero para que cumpla esa función con fuerza, necesita algo más que sol: necesita una poda estratégica.

La mayoría deja que la lavanda crezca libremente, confiando en que su rusticidad la mantendrá siempre espléndida. Error común. Sin una poda bien calculada, la planta pierde fuerza, florece menos y se vuelve leñosa, lo que compromete su forma y longevidad.

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El momento clave llega justo después de la primera floración, a inicios de julio. En ese punto, cortar los tallos marchitos no solo limpia la planta: estimula una segunda oleada de crecimiento que, con suerte, traerá más flores hacia finales del verano. Un acto de jardinería inteligente.

La técnica no requiere herramientas sofisticadas. Bastan unas tijeras afiladas y un corte limpio sobre los tallos florales, justo por encima del follaje verde. Evitar cortar en la parte leñosa es esencial: ahí la lavanda no rebrotará.

Además de mejorar la floración, la poda regular ayuda a mantener una forma compacta y saludable. Las plantas descuidadas tienden a abrirse, a deformarse, y en pocos años se vuelven inestables. Con podas anuales, se alarga su vida útil y su valor ornamental.

El beneficio no es solo visual. Una lavanda bien podada produce aceites esenciales de mejor calidad, ya que concentra su energía en brotes jóvenes. También se vuelve menos propensa a enfermedades fúngicas, que suelen aparecer en ramas densas y poco ventiladas.

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En climas templados, este sistema de doble floración prolonga el atractivo del jardín hasta bien entrado septiembre. Y si se acompaña con riego moderado y buena exposición solar, el resultado es espectacular: una lavanda con presencia continua y saludable.

Podar en julio no es una moda ni una recomendación anecdótica. Es una práctica respaldada por la botánica y por años de experiencia en jardines mediterráneos. Un pequeño gesto que marca la diferencia entre una planta que sobrevive y otra que deslumbra.

Foto | RDNE Stock project y Peter Fazekas

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