Comprar huevos camperos siempre ha sido, para muchos consumidores, una decisión que mezcla ética, bienestar animal y calidad percibida. Se trata de un gesto cotidiano que se traduce en pagar algo más por un producto que promete gallinas al aire libre y mejores condiciones de cría. El problema es que, desde hace semanas, esa promesa no se está cumpliendo.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha advertido que los huevos que siguen vendiéndose con denominaciones como camperos o ecológicos ya no responden a esas condiciones. El motivo es el confinamiento obligatorio de las aves de corral decretado por el Ministerio de Agricultura en noviembre, como medida preventiva frente a la gripe aviar.
Desde entonces, las gallinas criadas al aire libre permanecen encerradas. Según la OCU, esta situación provoca que el consumidor esté pagando un sobreprecio injustificado, concretamente del 27%.
Mientras una docena de huevos de gallinas criadas en suelo ronda actualmente los 3,25 euros, los huevos camperos se venden a unos 4,13 euros. La diferencia se mantiene pese a que el principal valor añadido, el acceso al exterior de las aves, ha desaparecido de forma temporal.
La organización de consumidores ha comprobado esta circunstancia en al menos siete marcas a la venta en supermercados españoles. En todas ellas, el etiquetado sigue indicando campero o ecológico, sin ninguna advertencia adicional que informe de que las condiciones de cría han cambiado por razones sanitarias.
Causas excepcionales
Es cierto que la normativa europea permite esta práctica. Reglamentos como el Delegado (UE) 2023/2465 o el Reglamento (UE) 2018/848 autorizan a mantener el etiquetado original cuando el confinamiento se debe a causas excepcionales como una crisis sanitaria. Sin embargo, la OCU considera que esta interpretación va en contra del derecho del consumidor a recibir una información veraz y clara.
Desde el punto de vista de la organización, el argumento de que modificar los envases supondría un coste añadido no se sostiene. El código que identifica el tipo de cría va impreso directamente en la cáscara del huevo y se aplica de forma automática, por lo que podría actualizarse sin un impacto económico relevante.
Además del problema informativo, la OCU pone el foco en la cuestión del precio. En un contexto en el que los huevos están en máximos históricos, con una subida acumulada de alrededor de un euro por docena desde las primeras noticias de la crisis aviar en Estados Unidos, mantener ese sobrecoste refuerza la sensación de desequilibrio entre lo que se paga y lo que realmente se recibe.
Por este motivo, la organización se ha dirigido al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para reclamar medidas correctoras y un seguimiento de los márgenes comerciales. Entre sus peticiones, insiste en revisar la normativa, establecer mecanismos obligatorios de información en envases y puntos de venta, y garantizar la transparencia como base de la seguridad alimentaria.
A la espera de una respuesta oficial, el caso vuelve a poner sobre la mesa una pregunta incómoda para el consumidor: qué está pagando exactamente cuando elige un producto por su etiqueta, y hasta qué punto esa etiqueta sigue diciendo la verdad cuando las circunstancias cambian.
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