Aunque a veces no lo parezca, lo cierto es que el turrón de chocolate es el auténtico rey de las ventas en Navidad. Su popularidad supera incluso a los tradicionales turrones de almendra como el de Jijona o el de Alicante. Su sabor, textura crujiente y formato moderno lo convierten en la elección preferida de muchos.
Pero que sea el más vendido no implica necesariamente que sea el mejor. Ni desde una perspectiva nutricional ni tampoco en cuanto a calidad. Así lo advierte la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que ha llevado a cabo un reciente estudio analizando 45 referencias distintas de este tipo de turrón, incluyendo tanto los clásicos de chocolate con arroz inflado como las nuevas versiones estilo Dubái.
El balance del estudio no deja lugar a dudas: solo dos productos consiguen el aprobado. Una cifra que debería hacernos reflexionar sobre lo que realmente estamos consumiendo durante las fiestas.
Los resultados apuntan a una calidad general muy baja, con dos problemas principales que se repiten en la mayoría de las muestras. El primero es el exceso de azúcar. De media, estos turrones contienen un 45% de azúcares, lo que los convierte en auténticas bombas calóricas.
El segundo gran problema está en los ingredientes empleados: en lugar de utilizar pasta de cacao —el componente que da autenticidad y sabor al chocolate—, muchas marcas recurren a manteca de cacao, un subproducto más barato, y a grasas vegetales como el aceite de girasol o la grasa de palma.
Este uso de ingredientes de menor calidad no pasa desapercibido en la degustación. Los catadores detectaron sabores excesivamente dulces, ausencia de aroma a chocolate, texturas demasiado duras y una escasa capacidad de fundirse en la boca.
Incluso el arroz inflado, presente en muchas de las versiones crujientes, presenta problemas: su dureza hace que se quede pegado a los dientes, resultando incómodo al comer. Además, el contenido medio de grasa es alto, alcanzando el 30%, lo que se traduce en una media de 529 calorías por cada 100 gramos.
El informe también destaca la presencia habitual de aditivos emulsionantes como las lecitinas (E322) o los agentes de textura E471 y E476. Algunos de estos últimos son menos recomendables por su potencial impacto en la flora intestinal.
Sin embargo, hay matices importantes. Los turrones de chocolate negro, por ejemplo, suelen incorporar una mayor proporción de cacao y algo menos de azúcar. Además, tienden a ser menos ultraprocesados, lo cual puede convertirlos en una opción ligeramente mejor dentro de este tipo de productos.
En cuanto a los pocos aprobados, solo dos logran superar la nota mínima exigida por la OCU. El primero es el turrón crujiente de chocolate blanco Flor de Navidad, vendido en Aldi. Tiene un precio accesible —2,19 euros por 200 gramos— y obtiene una puntuación de 64 sobre 100. Se valora especialmente su sabor y la simplicidad de su receta, ya que solo contiene un aditivo.
El segundo aprobado corresponde al turrón estilo Dubái de la marca Delaviuda, que también recibe una calificación de 64 sobre 100. Este producto destaca en la degustación, aunque su precio es mucho más elevado: 12,98 euros por 170 gramos. También en su receta se emplea solo un aditivo, lo que ayuda a mantener una composición algo más limpia que la mayoría.
No obstante, la OCU recuerda que el consumo de este tipo de turrones debe ser ocasional. Y si se desea optar por una opción con un perfil nutricional algo más equilibrado, lo mejor es inclinarse por el chocolate negro, o bien por los turrones clásicos de almendra, duros o blandos, pese a que estos puedan tener un precio algo superior. En cualquier caso, la recomendación es mirar bien las etiquetas y no dejarse llevar solo por el sabor o el envoltorio navideño.
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