Es complicado encontrar a alguien a quien no le gusten las croquetas, al menos en España. Encontrar a gente que no disfrute del queso quizá sea algo más sencillo. No hay muchos detractores del queso, pero alguno hay.
Pero si sigues leyendo y te gustan ambos mundos, el de las croquetas y el del queso, y crees que hacer unas buenas croquetas de queso te va a llevar toda la mañana, estás de suerte suiza.
Porque hay una fórmula para hacer una suerte de croquetas de queso o, más bien, buñuelos de queso, muy típicos en la gastronomía de Suiza, que se resuelven en un cuarto de hora y, además, te evitan hacer una bechamel.
Su nombre es malakoffs y, aunque no está nada claro el origen de la receta, apenas necesita un buen queso (que funda, pero no demasiado, mejor suizo, si nos ponemos puristas), un poco de pan de molde y los clásicos ingredientes que necesita cualquier empanado que se precie: pan rallado, harina, huevo, sal, pimienta… Y un par de ingredientes sorpresa.
La faena de los malakoffs empieza rallando el queso (que puedes comprar ya rallado) y cortando en circulitos las rebanadas de pan de molde con un cortapastas. Si no tienes un cortapastas, un vasito de vidrio como los de yogur servirá más que de sobra.
Tras esto, mezclamos el queso, la harina de trigo, el diente de ajo rallado, el huevo batido, el vino blanco, el bicarbonato y la nuez moscada. Salpimentamos y removemos hasta que tengamos una masa homogénea.
Luego solo queda repartir esta mezcla sobre los discos de pan, procurando que quede bien extendida y compacta. Luego solo queda freírlos en abundante aceite caliente, con la mezcla de queso hacia abajo, que será apenas un minuto o minuto y medio. Lego los volteáis, para que dore un poco la parte del pan, y ya estarán listos –tras escurrir el exceso de aceite– vuestros malakoffs.
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