Uno de los clásicos de la cocina italiana que mejor quedan cuando los hacemos en casa son las pastas al pesto. No es una salsa complicada, pero sí necesita que usemos buenos ingredientes y, si hacemos la versión canónica con piñones, nos puede salir un poco cara.
Sin embargo, a pesar de que sea el ingrediente de moda, a mí me gusta mucho utilizar los pistachos mezclándolos con los piñones. Los ingredientes básicos no dejan de ser albahaca, aceite de oliva, queso parmesano, piñones y un punto de sal.
Lo único que hay que hacer es equilibrar el gusto de los pistachos que queráis utilizar. También podéis utilizar solo pistachos si lo preferís; pero tiene un sabor más dulzón –a mi juicio– que los piñones, por lo que tampoco conviene pasarse.
El formato, como en cualquier otro pesto, es triturar juntos todos los ingredientes. También podéis cambiar el parmesano por otro queso curado que sea seco y os guste, aunque el parmesano joven funciona más que bien. La clave es que no sea muy húmedo, pero tampoco muy seco.
El otro ingrediente fundamental es usar albahaca fresca, en la cantidad que queráis, pero sin albahaca fresca el pesto no tiene sentido. A partir de ahí, podéis modular la intensidad de vuestro pesto con más o menos albahaca, aunque también os recomiendo que utilicéis solo las hojas, que son más aromáticas y tienen un perfume más agradable que el tallo, que es más duro y amarga ligeramente.
A partir de ahí, podéis usar este pesto con la pasta que queráis, pero lo más habitual siempre es recurrir a pastas largas como los espaguetis, los linguini o los tagliatelle. Eso no quiere decir que no lo puedas utilizar con macarrones, rigatoni o fusilli, pero lo más habitual es usarlos con pastas largas.
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