Cuando los radiadores empiezan a gorgojear inquietos, no es un fantasma del invierno, sino aire atrapado. Purga, ese verbo tan doméstico como olvidado, es el ritual de paso entre el verano y la temporada de facturas abultadas.
El aire en el circuito impide que el calor circule bien. Resultado: habitaciones frías y calderas que trabajan de más. No hace falta un técnico: con un simple destornillador o llave especial, se puede devolver la paz térmica al hogar.
El mejor momento es cuando la calefacción aún está fría. Cierra la caldera, espera unos minutos y abre la válvula superior de cada radiador. Escucharás un suspiro: el aire escapa, seguido por un hilo de agua. Ahí deténgase.
Los errores más comunes
Mucha gente purga con la caldera encendida o olvida reponer la presión. Después de liberar el aire, revisa el manómetro y, si baja de 1 bar, añade agua hasta alcanzar el nivel correcto.
Una purga bien hecha reduce el consumo significativamente. Además, evita corrosión y alarga la vida útil del sistema. Es el equivalente energético de limpiar los filtros del lavavajillas: invisible pero rentable.
El aire acumulado en tuberías no solo enfría el ambiente, también genera ruido. Esos golpes metálicos o burbujeos nocturnos desaparecen tras la purga, como si alguien hubiera bajado el volumen del invierno.
Lo que no debes hacer
No uses herramientas inadecuadas ni aprietes en exceso las válvulas: un gesto torpe puede generar fugas. Y nunca olvides cerrar la llave de llenado tras recuperar la presión.
Unos minutos y un trapo bastan para recuperar calor sin técnicos ni facturas sorpresa. Porque en calefacción, como en la vida, a veces solo hay que dejar salir lo que sobra.
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