En muchas cocinas, el paño colgado de la puerta del horno se ha convertido en parte del paisaje habitual. Es una estampa más bien hogareña sin la que parece no haber lumbre.
Siempre a mano, siempre listo para limpiar o sujetar una cazuela caliente. Pero lo que parece una solución práctica y (para algunos) decorativa esconde un riesgo mucho mayor del que se imagina: un simple descuido puede tener consecuencias graves.
Aunque tenerlo accesible resulta cómodo, esta costumbre entraña riesgos claros. Uno de los más importantes es el peligro de incendio: los paños, generalmente de algodón o lino, son altamente inflamables.
Contacto con superficies calientes
Un contacto accidental con una superficie caliente o un horno que ha quedado con calor residual puede desencadenar un fuego en segundos, incluso si el horno parece estar apagado.
Pero no solo hablamos de incendios. Los peligros físicos también están presentes. Un paño que se cae, se enreda o provoca un tropezón, puede causar quemaduras o caídas inesperadas. Cuando el ritmo en la cocina es rápido y hay líquidos calientes o utensilios pesados, un elemento mal colocado puede acabar siendo el origen de accidentes evitables.
Poca higiene
A esto hay que sumar la cuestión de la higiene. Pocas veces se cambia el paño a diario, lo que lo convierte en un foco potencial de bacterias y malos olores, más a las temperaturas a las que se somete frente al horno.

Puede estar húmedo, manchado de grasa o, simplemente, demasiado cerca de una fuente de calor, liberando olores o ensuciando la puerta del horno. Ese calorcillo que queda tras sacar la pizza o la lasaña del interior del horno y colgar el paño no es nada interesante para las bacterias que viven en este.
Por suerte, existen alternativas igual de funcionales pero más seguras. Colgar el paño en un gancho cerca de la encimera, usar un delantal con bolsillos, o instalar una barra magnética en un lateral del mueble, son opciones eficaces.
Basta con un poco de organización para evitar sustos, ganar en limpieza y seguridad, y dejar atrás un hábito más peligroso de lo que parece. No hay que reducir el hogar a esta imagen tan nuestra.
Foto | Joana Costa y Tima Miroshnichenko
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