Basta con una tongada de pollo a la plancha para que la cocina se convierta, a nivel de visibilidad, en el Londres más lleno de niebla que hayamos conocido. Para remediarlo tenemos la compana extractora, pero muchos desconocen cómo usarla.
Hay quienes piensan que, cuando hay mucho humo en la cocina, lo mejor es abrir la ventana de par en par para ayudar a ventilar los humos y gases generados por la cocina a altas temperaturas.
Otros piensan que es mejor dejarlo todo cerrado para que la campana no tenga competidores y pueda succionar, con toda su fuerza, los gases presentes en la estancia sin quedar desestabilizados por corrientes de aire.
Pues bien, ni una cosa ni la otra: lo mejor que se puede hacer, según los expertos, es efectivamente abrir la ventana cuando se ha llenado la estancia de humo, pero nada de hacerlo de par en par.
En realidad, solo hay que entornarla ligeramente, con un pequeño espacio, ayudando a la ventilación de la habitación a la vez que se impide una convección entre la ventilación de la ventana y la succión de la campana.
Esta pequeña franja abierta de la ventana maximizará el efecto de escape de humo y permitirá también la entrada de oxígeno renovado a la estancia.
Lo que está claro es que de uno u otro modo hay que ventilar los humos generados para impedir que estos gases se posen sobre los muebles, paredes y techos, transportando grasas evaporadas.
Apagar enseguida la campana
Por ello, tampoco hay que apagar la campana extractora inmediatamente después de cocinar para intentar ahorrar un poco de energía. Si lo hacemos, sí que dejaremos de consumir esos vatios pero los humos y olores seguirán expandiéndose por la habitación y hasta por el resto de la casa.
Ante esto es mejor dejarla encendida durante algunos minutos aunque haga ruido y siga consumiendo energía. Este gesto permitirá una ventilación más rápida, y garantizará una menor necesidad de limpieza posterior.Foto | Valeria_aksakova/Freepik
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