Salvo que seamos vegetarianos o veganos, casi todo el mundo recurre con frecuencia a las pechugas de pollo para comer en casa. Y en enero parece que mucho más: son baratas y tienen fama de comida "de dieta", pero también de sosas y aburridas. Pero hay una forma muy sencilla de cocinarlas para que queden jugosas sin necesidad de multiplicar las calorías.
Lo primero sería elegir carne de buena calidad, procedentes de aves de corral y que nos prepare nuestro carnicero de confianza, aunque sé que hoy en día no siempre es fácil conseguirlo. En cualquier caso, mi truco favorito para lograr unas pechugas jugosas fácilmente es preparar una salmuera rápida y cocinarlas al horno, bien condimentadas.
Secar las pechugas de pollo con papel de cocina y retirar posibles excesos de grasa. Llenar un recipiente con el agua, ligeramente tibia, y disolver la sal. Introducir las pechugas procurando que queden totalmente cubiertas, tapar el recipiente y dejar reposar mínimo 30 minutos, mejor dos horas, en la nevera.
Precalentar el horno a 200ºC y preparar una bandeja o fuente. Sacar el pollo de la salmuera y untar con un chorrito de aceite de oliva por todas partes. Añadir pimienta negra, el zumo de limón, los dos tipos de pimentón y la mostaza, y masajear bien para cubrirlas con esta pasta.
Hornear durante unos 25-30 minutos, dándoles la vuelta a mitad de cocción. Comprobar que estén cocinadas con un termómetro de carnes, si se dispone de él.
Con qué acompañar las pechugas jugosas
Estas pechugas de pollo jugosas al horno se pueden servir recién hechas, tal cual, o esperar a que enfríen para filetearlas y tomarlas en frío en una ensalada o bocadillo. Cualquier guarnición le irán bien, desde el clásico arroz blanco a patatas fritas o asadas, hojas verdes, verduras o lo que nos apetezca. A mí me gusta tomarlas con puré de manzana asada.