A menudo tendemos a confundir ambas cosas, debido a que los síntomas y las soluciones en las dos situaciones son muy similares, pero lo cierto es que las consecuencias fisiológicas a nivel intestinal de la intolerancia al gluten no tienen nada que ver con las de la celiaquía. Y ojo que esto no es lo único que las diferencia.
Es por ello que hayamos sentido la necesidad de establecer cuáles son las diferencias entre la intolerancia al gluten y la celiaquía de una manera práctica y sencilla. Si eres de los que, de repente, un día te empezaste a sentir cierto malestar y dolor estomacal tras ingerir un alimento que contenía gluten, esta información te será de gran utilidad. Si no es tu caso, también conviene que tengas claro que no son la misma cosa.
Los casos de ambas se multiplican
Los datos a este respecto no pueden ser más llamativos. En los últimos treinta años, el número de diagnósticos de enfermedad celíaca y de sensibilidad al gluten no celíaca (SGNC) se ha disparado conforme han ido perfeccionando los procesos de detección en medicina. De hecho, según datos recogidos por el Sistema Nacional de Salud, se cree que entre el 1% y el 2% de la población mundial se ve afectada por la enfermedad celíaca, mientras que la intolerancia afecta en torno al 6% de la población.
Con respeto a la causa de los aumentos de casos de intolerancia al gluten, hay quien sostiene que puede estar motivado por la manera en que se introduce el trigo en la infancia, el proceso de horneado del pan y las nuevas especies de trigo, entre otras razones. Y es que cuando hablamos de esta patología de lo que hablamos realmente es de intolerancia al trigo, a su proteína o a otro de sus componentes.
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Por último, señalar que la solución en ambos casos sí que es la misma, y consiste básicamente en una dieta libre de gluten. Eso sí, en el caso de la enfermedad celíaca, esta tiene que ser estricta y para toda la vida (con tolerancia cero al gluten), ya que su ingestión tendría consecuencias graves a corto y largo plazo. En el caso de la SGCN, lo que se recomienda es que, al inicio del tratamiento, la dieta sea lo más estricta posible, y a partir de ahí lo suyo es ir probando los niveles de tolerancia. ¿Y cómo se hace esto? Pues ingiriendo pequeñas cantidades de gluten hasta comprobar que aparecen síntomas.
Diferencias entre ambas patologías
Lo primero que conviene claro para poder distinguirlas es que mientras que la celiaquía es una enfermedad, un trastorno crónico, sistémico y de origen autoinmune, la intolerancia al gluten es una reacción adversa del organismo ante un antígeno (el gluten). Por otra parte, la intolerancia al gluten se suele diagnosticar por exclusión, nada que ver con la celiaquía, que se manifiesta a través un análisis genético o de anticuerpos en sangre.
Otra gran diferencia tiene que ver con el hecho de que la celiaquía tiene predisposición genética, mientras que la intolerancia no. Pero lo que más distancia a una de la otra son, como comentábamos, las consecuencias fisiológicas que produce el gluten en ambos casos. Porque, aunque en los dos escenarios el gluten desencadena cólicos intestinales, diarreas, vómitos, fatiga o dolor de cabeza, lo cierto es que en el caso de la intolerancia, no se produce daño intestinal como tal.
En cambio, el consumo de gluten en una persona celíaca tiene consecuencias mucho más agresivas. Llegando a dañar la pared intestinal y a desencadenar problemas de malabsorción de nutrientes, por ejemplo. Es decir, en el caso de los celíacos, la situación va mucho más allá de un cuadro de síntomas que generan malestar a quien lo padece.
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