Restaurante Magoga. Un soplo de aire fresco en la restauración de Cartagena

Hace unas semanas, Maria Gómez García y Miguel Adrián de Marcos, chefs y propietarios del restaurante Magoga, en Cartagena, nos invitaron a probar algunos de los platos de su nueva carta. El local lleva unos seis meses abierto y pese a que había oído hablar muy bien de él no había tenido ocasión de visitarlo hasta ahora.

María y Miguel son dos cocineros muy jóvenes, ella cartagenera y él madrileño, que se formaron en la escuela de Karlos Arguiñano y han pasado por las cocinas de Arzak y Arbeláitz. Con este restaurante traen a Cartagena una cocina basada en buenos productos y en elaboraciones imaginativas y nada pesadas.

El restaurante

El restaurante, en el que también se puede comer a base de tapas e incluso tomar unas copas, es muy luminoso, predominando el blanco con algunos toques rojos y dispone de una amplia terraza en una plaza bastante tranquila.

Aunque nosotros tomamos una selección de platos elegidos por los cocineros pudimos echarle un vistazo a la carta, no muy extensa pero suficiente para encontrar bastantes propuestas apetecibles. Aparte de una variada selección de entrantes ofrecen dos guisos de cuchara, cinco propuestas de arroces (nos dijeron que eran su especialidad, asi que los probaremos pronto), cuatro platos de pescado y cuatro de carnes, algunas de ellas cocinadas a la brasa de encina.

Destacar que uno de nuestros compañeros es vegetariano y cada uno de los platos que nos ofrecieron tuvo su correspondiente versión sin carne ni pescado, resaltando una versión de steak tartare con algas que sorprendió gratamente a nuestro amigo Carlos.

Los platos

Empezamos con un cóctel de piña y Disaronno muy agradable, sobre todo para los que, como yo, son amantes de ese licor. Seguimos con un higo de foie con nueces y lima. Aunque la combinación de los higos con el foie no es novedosa, el contrapunto crujiente de las nueces y el toque ligeramente ácido de la lima funciona realmente bien.

El siguiente entrante fué una tapa de ensaladilla, una concesión a los clásicos de bar de tapas que sorprende en un menú de este estilo, pero que estaba impresionante y que literalmente voló de los platos. Tras la ensaladilla fue el turno de la butifarra de los hermanos Rovira que quizás fue lo que menos me llamó la atención de todo el menú.

Todo lo contrario pasó con la cecina de El Capricho, el mundialmente conocido restaurante de León por sus excepcionales carnes. Su cecina es un verdadero manjar, sin nada que envidiar al jamón ibérico y he de decir que le hicimos los honores como se merecía. El siguiente creo que fue mi plato favorito, el ceviche de dorada salvaje del Mar Menor, una maravilla de sabor y de delicadeza donde la leche de coco y la lima constituyen un delicioso fondo para la fresquísima dorada.

Seguimos con un impresionante carabinero crujiente con una crema de foie nada pesada, al que siguió el rodaballo con refrito de almejas, también fresquísimo y en su punto justo de cocción (lamento no tener foto de este plato) y por último un steak tartare que no puedo comparar porque era la primera vez que lo comía, pero que me resultó muy agradable y me dejó con ganas de repetir.

Por último, los postres llegaron en forma de una exquisita pavlova con fruta de la pasión, fresas y moras perfectamente ejecutada y de una torrija de Baileys con helado de vainilla que quizás estaba un poco sobrada de alcohol.

En resumen, una cena deliciosa de las que te dejan con ganas de volver para repetir algunos platos y probar otros de los que vimos en la carta. Nos alegramos de que surjan en Cartagena propuestas jóvenes y novedosas con una cocina tan solvente y delicada como la del restaurante Magoga y esperamos que cunda el ejemplo y nuestro panorama gastronómico se renueve y actualice.