Karlos Arguiñano fusiona la tortilla de patatas y la pizza y todo son alabanzas; lo hace un extranjero y nos parece un ultraje

Karlos Arguiñano fusiona la tortilla de patatas y la pizza y todo son alabanzas; lo hace un extranjero y nos parece un ultraje
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Pocas figuras hay tan populares en nuestro país y más allá como Karlos Arguiñano. No necesita presentación; lleva décadas triunfando en televisión, internet y librerías con su particular estilo y sus recetas. Le damos tanta confianza que a nadie le parece mal que proponga crear la fusión de cocina definitiva entre España e Italia, la "tortilla pizza"; pero no podemos dejar de preguntarnos nuestra reacción si el autor hubiera sido Jaime Oliver o cualquier extrajero anónimo.

Lo vemos en las redes cuando se viralizan versiones foráneas de platos que consideramos tan nuestros como la sacra paella, las bravas o, incluso, el pan con tomate, último ultrajado según la policía gastro de Twitter. Poco importaba que en el artículo completo que enlazaba el tweet de The New York Times se explicase cómo se hace la tradicional preparación catalana y balear. El medio simplemente proponía otra versión (y bien apetecible) para aprovechar los tomates locales de allá, pero poco importaban las excusas a los indignados.

Es el ejemplo más reciente de un fenómeno del que nos hemos hecho eco en más de una ocasión, y con el que cada vez nos cuesta más identificarnos. La cocina y la gastronomía evolucionan, se empañan de influencias, crecen, se enriquecen y se transforman, y lo hacen a la par que la propia sociedad. Es absurdo pretender encerrarse en límites artificiales cuando nada ha surgido por combustión espontánea, y menos en la cocina.

Los italianos son un ejemplo a seguir, con sus excepciones, en cuanto a aceptación de cómo se interpreta su cocina en el mundo. La cocina italoamericana vuela libre desde hace décadas, la pizza ha cobrado una nueva vida con versiones propias en medio mundo y la carbonara con nata y beicon campa a sus anchas. Y no por eso desaparece la cocina tradicional italiana ni nos declaran la guerra cada vez que hacemos macarrones con chorizo. Como mucho se lo toman con humor.

Pero pobre del inocente 'guiri' que pretenda presumir de paella con chorizo y cebolla o de tortilla de patatas con mantequilla y cebolla roja al horno. En DAP ya defendimos creaciones como el burrito de paella; que cada uno disfrute de lo que le apetezca, que nadie te obliga a comerte nada. Las fusiones peculiares de diferentes gastronomías no suponen la desaparición del plato original.

Karlos Arguiñano así parece entenderlo también, pues no duda en proponer creaciones originales y distintas que renueven ese recetario de siempre del que siempre ha hecho gala. Con la recién estrenada temporada de su programa televisivo, esta semana nos proponía para comer una "tortilla pizza", preparando su tortilla de patatas de siempre -con cebolla y pimiento- pero gratinándola al final con salsa de tomate, mozzarella y albahaca.

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No es un invento suyo y ya existen multitud de versiones de falsas pizzas en las que se imita el sabor y acabado final del plato italiano precisamente añadiendo por encima dichos ingredientes, pero que lo haya hecho con nuestra intocable tortilla de patatas es muy significativo. Las reacciones de sus seguidores en redes han sido todo alabanzas y babeos virtuales, y es que tiene buenísima pinta.

¿Habríamos reaccionado igual si la receta hubiera salido en el programa del británico Jamie Oliver? Permitidnos que lo dudemos.

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Nos encanta hacer piña cuando tocan temas muy patrios y reaccionar con indignación frente al "inculto" extranjero, reacciones que curiosamente despiertan más pasión si tocan lo culinario. Pero Arguiñano viene a recordarnos que la cocina está también para jugar un poco y disfrutar comiendo rico y variado, sin dobles raseros.

Fotos | Gtres - Unsplash
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