Historia y reivindicación del kalimotxo (o calimocho), la bebida popular que nació en una bañera de Rioja picado

Historia y reivindicación del kalimotxo (o calimocho), la bebida popular que nació en una bañera de Rioja picado
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Vino tinto, Coca-Cola y hielo; pocos combinados pueden presumir de una fórmula tan básica que funcione tan bien. El kalimotxo no inventó la pólvora pero su creación y éxito fulgurante fueron producto de una de esas felices casualidades que a veces surgen para dejar su huella en la historia. Porque, con permiso de la clara o la sangría, el kalimotxo es la más popular de las bebidas populares, y también la más universal.

El ser humano es curioso y picaresco por naturaleza, por lo que tratar de encontrar a un supuesto primer inventor de la mezcla de vino con refresco de cola es una misión destinada al fracaso. Sí sabemos que antes de popularizarse el kalimotxo, o calimocho como recoge la RAE, ya se preparaba y consumía este combinado en varios países, aunque en España era una bebida minoritaria y urbana, pues la Coca-Cola tardaría en llegar a todo las regiones.

La cosa cambió con la apertura de la primera fábrica española del refresco, en 1953, años en los que poco a poco el país empezaba a abrirse un poco más a un mundo cada vez más cambiante en el que la sociedad de consumo y la influencia de la cultura pop estadounidense iba dejando su huella tímidamente. El caso es que el icónico refresco saltó a las masas y también sus posibilidades de combinarlo con otros brebajes, siendo el vino tinto una de sus parejas de baile predilectas.

Rioja libre, cubata del obrero, cubalibre del pobre, mochete o tincola son algunos de los apelativos que recibió la popular mezcla de refresco con tinto, en función de la calidad del vino usado y del círculo de degustación. El kalimotxo desbancaría a todos.

El ingenio de una joven cuadrilla para salvar las fiestas del pueblo

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Anuncio de Coca-Cola en 'La Unión ilustrada', 3/11/1929 (Biblioteca Nacional).

Circulan varias teorías sobre la autoría de este brebaje, pero quienes reivindican ser sus verdaderos artífices lo hacen rememorando su casi casual papel en las fiestas que lo vieron nacer, una época política y socialmente complicada en la que los eventos populares eran un bálsamo de escapismo lúdico para los vecinos.

Kalimotxo

Viajamos hasta el verano de 1972 trasladándonos a Getxo, concretamente al Puerto Viejo de Algorta, el núcleo más poblado del municipio. La cuadrilla Antzarrak, formada por amigos de entre 16 y 19 años, aceptaron participar en la organización de las fiestas, que peligraban por la falta de tiempo de los miembros de la anterior comisión. Con más ilusión y ganas que conocimientos o experiencia, los jóvenes asumieron la tarea enfrentándose a no pocas dificultades, con la falta de presupuesto como gran escollo.

La venta de vino durante las actividades de los festejos debía ser la principal fuente de ingresos que permitiera asumir las deudas y financiar el resto de las fiestas, pero la suerte les jugó una, inicialmente, mala pasada. En la primera jornada de las fiestas llegó el cargamento de 2.000 litros de vino de Rioja cosechero comprado directamente a un vinatero y empezaron a repartirlo, con escaso éxito. El vino estaba picado.

Fuera por el calor de agosto y la falta de refrigeración, o porque ya llegara en mal estado, la cuadrilla tuvo que agudizar el ingenio para evitar el desastre económico que se avecinaba. La solución parecía clara: había que dar salida al vino y la única manera era enmascarar su mal sabor. Tras varias pruebas de mejunjes varios, la Coca-Cola resultó ser la combinación ganadora.

La cuestión gustativa estaba resuelta, pero se abría otro dilema, pues la marca de refresco no era muy bien recibida aún por la mayoría de vecinos. Y así decidieron ocultar la naturaleza de su bebida sirviéndola en botellas nuevas y rebautizándola con un nuevo nombre.

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Un nombre casual conquistando el diccionario

¿Qué quiere decir kalimotxo? El desconocimiento foráneo puede hacernos pensar que su étimología guarda alguna relación con términos asociados a la bebida en euskera, pero la realidad es mucho más simple. Sencillamente había que darle un nombre con gancho que llamara la atención de la gente, y que alejara a la bebida de cualquier relación con el Rioja libre o el resfresco estadounidense

La propia cuadrilla nos cuenta la historia en 'El invento del kalimotxo y anécdotas de las fiestas':

(...) apareció un chico de Erandio, al que algunos conocíamos, y alguien le llamó por su apodo, Kalimero. Mecánicamente y bastante aburridos por el esfuerzo ya realizado, empezaron a conjugar su nombre. Uno indicó que la persona en cuestión era bastante fea y otro dijo que en euskara feo se decía motxo. (...) [la mayoría] conjugaba febrilmente el apodo y, tras muchos intentos, surgió una palabra sin significado, Kalimotxo que, reiteradamente repetida, gustaba.

Sanfermin

De este modo nació el kalimotxo, mezclando los Riojas picados con botellas de Coca-Cola en una bañera prestada, envasado de nuevo en botellas limpias y refrescadas en cajas con hielo. El invento improvisado fue todo un éxito y su popularidad se extendería rápidamente en los años siguientes por las fiestas de localidades cercanas, también en los sanfermines de Pamplona, donde es frecuente tomarlo en bota e incluso se llegó a reivindicar su autoría.

Mientras que la Real Academia incluía el castellanizado término calimocho en el diccionario de la lengua, Coca-Cola registraba la propiedad intelectual del mismo, aunque no ha llegado a darle mucho uso. El sencillo cóctel ya estaba extendido por medio país en los años 80, como bebida humilde y popular, festiva pero también en cierta manera hogareña.

Kalimotxo Cocacola

Ha sido el combinado iniciático para muchos jóvenes y trago predilecto de universitarios, emblema de fiestas y estrella de las terrazas veraniegas y también en bares todo el año, despegándose de la estacionalidad estival que ata más a la sangría o al tinto de verano. El turismo extranjero terminó convirtiéndolo en una bebida de fama mundial, cautivando incluso a los paladares de la prensa neoyorquina.

Se le ha querido dar más prestigio sibarita en los últimos años, como si el kalimotxo necesitara ser reinventado para dignificarse de alguna manera. La fórmula canónica es simple: vaso katxi, campano o tipo mini o maceta, hielos, vino tinto decente y Coca-Cola (por mucho que Pepsi quisiera subirse al carro hace unos años). Lo de hacerlo con vino malo fue fruto de la necesidad, pero sus propios creadores desmienten el mito de que tiene que estar picado.

 

Hay quien añade limón o mora, y son quizá las dos únicas concesiones aceptadas para esta bebida que no necesita reformulaciones ni añadidos. Un buen kalimotxo se sirve en vaso, con la misma cantidad de vino que de refresco, y se reconoce por la capa de espuma superior entre la que flotan los hielos. Ni más ni menos.

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