El regreso de las flores secas: una alternativa para decorar tu casa sin apenas cuidados, pero con todo el color

Las flores secas mantienen su forma durante meses —a veces incluso años— sin necesidad de agua ni luz directa

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Joana Costa

Editor

Nadie duda del encanto de las flores frescas. Estas siguen teniendo un efecto indiscutible, pero cada vez más hogares están apostando por opciones que no exigen un mantenimiento constante y que resisten mucho más allá de la semana. 

Las plantas secas y las flores inmortalizadas, que hace unos años parecían relegadas a bodas y escaparates, han encontrado su hueco definitivo en la decoración cotidiana. La clave de su popularidad está en la durabilidad. 

Las flores secas mantienen su forma durante meses —a veces incluso años— sin necesidad de agua ni luz directa, lo que las convierte en una opción práctica para quienes no quieren depender del calendario del riego ni del estado de ánimo de cada planta.

Para quienes buscan algo más parecido al efecto fresco, las flores preservadas y comercializadas por centros de jardinería suman otro punto: conservan textura y color porque han pasado por un proceso que evita que se deterioren.

También se ha impuesto su versatilidad decorativa. Las combinaciones de avena teñida, paniculata, eucalipto o lagurus se han vuelto habituales en mesas de comedor, estantes y centros de entrada. No reclaman protagonismo, pero aportan un aire cálido que encaja tanto en pisos pequeños como en salones amplios. 

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Su presencia en interiores responde a la misma tendencia que ha impulsado los materiales naturales y las paletas terrosas: estabilizan visualmente un espacio sin sobrecargarlo.

Juego de colores

Otra ventaja es que permiten jugar con colores que en flor natural serían casi imposibles de mantener. Los tonos ocres, rojizos, rosas empolvados o verdes apagados duran indefinidamente y ayudan a reforzar un estilo concreto sin miedo a que el ramo cambie de aspecto a los pocos días. 

Además, su ligereza hace que puedan colocarse en jarrones estrechos o recipientes que no soportarían el peso del agua. Es decir, son ideales para colocar en cualquier zona porque su riesgo de derrame es nulo (a no ser que merodeen gatos y no hayamos fijado el ramo).

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No son inmutables

Donde sí conviene ser realista es en sus cuidados. Aunque no requieren riego, no son indestructibles. El sol directo puede hacer que pierdan color y el exceso de humedad las vuelve frágiles o quebradizas. 

Mantenerlas lejos de ventanas muy expuestas y del vapor de la cocina suele ser suficiente para que se conserven en buen estado. También hay que sacarles el polvo de vez en cuando, pues no hay nada más tétrico que una flor seca llena de motas que señalan el paso del tiempo real sobre sus pétalos.

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Ahora bien, para quienes quieren decorar sin complicaciones, estas piezas cumplen justo lo necesario: duran, no ensucian y se adaptan a cualquier estilo. Es un cambio discreto, pero efectivo, en la forma de entender la decoración floral.

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